miércoles, julio 14, 2004

En torno al poshumanismo ::: Peter Sloterdijk

El sol y la muerte ::: Peter Sloterdijk & Hans-Jürgen Heinrichs (Siruela, 2004)
Juan Antonio Ramírez

La nueva incursión en el territorio del pensar peligroso tiene por protagonistas a un viejo conocido, Peter Sloterdijk, y a un interlocutor de altura, Hans-Jürgen Heinrichs. El título o el resultado de la empresa se llama El sol y la muerte, y lleva como subtítulo Investigaciones dialógicas. Lo publica Siruela este año, traducido por Germán Cano.


- -Peter Sloterdijk- -

El libro se estructura en seis largos diálogos, en donde el escritor y periodista no es un simple preguntador, sino que elabora sus intervenciones casi al mismo nivel que el filósofo, de ahí el subtítulo. ¿Volvemos a la misma estrategia que ya usó Platón en la Antigüedad, pero adaptada a los tiempos que corren? Sea como sea, resulta fascinante, es un libro muy ameno, aunque requiere, para su entero disfrute, de un cierto conocimiento de la obra de PS, pues en las conversaciones se analizan de forma detallada elementos y fragmentos de buena parte de su mejor producción, casi toda ya editada en España.

En el primer diálogo, el libro central es Experimentos con uno mismo, que no he leído aún, pero que también es de conversaciones, en este caso con el joven filósofo español Carlos Oliveira. Lo que más me ha interesado aquí es la parte confesional, en donde PS habla de su viaje a la India a finales de los años setenta, y cómo allí conoció al animador religioso Rajneesh-Osho, el cual lo expuso a una irradiación benefactora, en el sentido de que lo alejó de la vieja melancolía europea y del masoquismo alemán de la Teoría Crítica, con la que luego se ensañará en el segundo diálogo. Lo interesante y arriesgado es cómo el periodista pone en relación al pensador indio con el "maître" Lacan, y se sacan las similitudes, y también las claras diferencias. Esferas I (Siruela) puede leerse en parte como un ajuste de cuentas con ese background de los años duros después de la rebeldía de fines de los sesenta. La huida hacia Oriente es también un relativizar la cultura del yo, derivada en los últimos años en un "individualismo de diseño", en que se han machacado las mejores mentes del continente.

Pero en este jugoso primer diálogo hay también un elogio de lo extremo, y hay un pasaje que debo resaltar:

Cita:

El hombre es, par excellence, el animal que va más allá de la reacción. Crear arte es sobre-reaccionar, pensar es sobre-reaccionar, casarse es sobre-reaccionar. Todas las actividades humanas decisivas son excesos. Ya desde el principio el caminar erguido del hombre era una hipérbole que no se dejaba encuadrar por completo dentro de las ventajas biológicas de la adaptación. Desde los orígenes, lo que aquí entra en liza es una tendencia a romper los quicios, al exceso. Toda palabra humana no es sino un disparo a lo abierto.

(p. 35).

El siguiente momento es una discusión sobre la metafísica europea como un delirium monopolista. Se elogia en cambio una competencia en las formas de vida, algo que ya Nietzsche trató de mostrar en su "quinto evangelio" o Zaratustra, frente a esa herencia envenenada del judeo-cristianismo y su administración del resentimiento, algo que advirtió Camus y le hizo decir que en Europa ya no se ama la vida, que tiene monopolizado el duelo. El remate de este diagnóstico sagaz es el breve comentario sobre la poshistoria, el estado de la cuestión, paradójica, de un final de la metafísica pero no así de la historia de "acontecimientos" , como se viene demostrando en los últimos años con nuevos fenómenos de pánico en pequeñas y grandes dosis. La alusión a Heidegger y su socratismo de nuevo cuño, del poder y la técnica, es una mirada potente hacia los que, como Fukuyama, daban la historia como concluida. Vivimos en la era universal de las construcciones mecánicas, y esto no lo podemos eludir. Somos con "nuestros" artefactos, y se trata de distinguir entre uno mismo y estas criaturas de ahí fuera.

El segundo diálogo puede parecer menos interesante en el sentido de que se centra en el debate sobre Normas para el parque humano, la conferencia-libro tan polémica, de 1999, que explotó en Alemania y dio lugar a un acalorado debate que llegó a otras esferas algo después. Sloterdijk contextualiza el escándalo a través de tres fenómenos principales: el discurso de Martin Walser en donde decía que se dejara de instrumentalizar el Holocausto, que tenía que ser algo íntimo, sin ruido mediático; el debate, atrasado con respecto a otros países, sobre la tecnología genética; y la revisión de la Teoría Crítica, por parte del propio PS, en un artículo que se llamó "La Teoría Crítica ha muerto", y que era un cuestionamiento sobre todo de su pope Habermas. En una carta a Die Zeit, Habermas calificaba a PS de "neopagano", algo que en una respuesta de lo más electrizante se dedica a comentar, en una muestra de su alto poder de síntesis y de habilidad con el lenguaje, que hace de él un maestro no sólo del pensar la actualidad, sino de la lengua que usa. Habermas queda como un animador de una religión civil, algo necesario en el comienzo de su carrera, cuando Alemania había quedado destruida moralmente y hacían falta barreras defensivas contra el caos absoluto y la miseria espiritual, pero que con el transcurrir de los años se ha convertido en un bloque monolítico que no hace más que conservar ese espíritu judeo-cristiano que PS no puede por menos que atacar con rabia. H. participa de una teología, no de una psicología social, y se opone a cualquier intento de prolongar el pensamiento hacia nuevos caminos, tanto en áreas geográficas extensas como disciplinarias, al entrar en contacto beneficioso con ramas como la informática o la biología. De paso, hace unas matizaciones sobre el nazismo de lo más acertadas, y en este terreno, le da la razón a Arendt sobre la banalidad del mal, frente a los reaccionarios que tratan de meter al nacionalsocialismo dentro de una esfera religiosa casi.

Cita:

La ideología nacionalsocialista fue un híbrido de movimiento fitness militarizado y cultura de acontecer popular [völkisch], apoyado en una doctrina muy superficial y crudamente naturalista en torno al poder. Esto nada tiene que ver con la religión. El fascismo es una política basada en la venganza integral; se dirige a colectivos de perdedores y los conduce a compensaciones autodestructivas.

(p. 72).

Así pues, el que alguien lo tache de "neopagano" dice bastante del que condena, en este caso es más del lado del provincianismo de teólogo de Habermas, su falta de mundo, su quedarse apegado a la más rancia tradición europea de razón etnocéntrica. Frente a esto, PS aboga por viajar más, tener en cuenta todas las tradiciones culturales ricas y no olvidar nuestra situación poscristiana, y saludarla en vez de hacerle reproches. Sólo así podríamos amar la vida de nuevo, a pesar de todos los desastres que aún se ciernen sobre el mundo.
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Sobre la polémica Habermas-Sloterdijk en "Die Zeit" en torno al poshumanismo:

El nuevo zoológico humano de Silvia Fehrmann.

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- -El vértigo de la vida aérea- -

En este segundo diálogo, mucho más denso que el primero, hay varios temas y discusiones de interés, diría que de mucho interés, y la verdad es que no sé qué resaltar, pero sobre todo, hay algo que me llama la atención, pues es el anuncio del nuevo libro en que está trabajando por entonces, uno sobre los medios de comunicación. A PS le preocupa el poder de estos medios de masas, y le molesta la teoría benevolente sobre ellos que ha desarrollado otra gente. Estos medios, en alianza con la empresa educativa, son letales, son capaces de arrastrar a grandes conjuntos de población, intervenir sobre millones y millones creando opinión, algo que ya vemos casi a diario.

Cita:

Me parece mucho más plausible considerar los cuerpos sociales vertebrados por los grandes medios de masas como conjuntos dispuestos a autoestresarse.

(p. 79).

Usando la terminología de la Teoría General de Sistemas y las aproximaciones del sociólogo "arrinconado" Gabriel Tarde, llega a la definición siguiente:

Los individuos son en todo caso transformadores que están conectados en un circuito compuesto de flujos de energía muy ligados a determinados temas. Sus así llamadas opiniones no son sino las formas temáticas y morales de la moda (p.87).

La ilusión de autonomía se pone de manifiesto sobre todo cuando uno es incapaz de poner fin, de detener, una cadena de excitación: es el drama de los tiempos actuales, que nadie está fuera de esta presión, de este tener que estar disponible en todo momento. ¿Cómo rebelarse contra esta tormenta de estrés que se desata y que cubre a la mayor parte de la población, sobre todo en la era de internet y de los teléfonos móviles?

Cita:

Hoy en día la excitabilidad constituye el primer deber del ciudadano. Por esta razón ya no necesitamos ningún servicio militar obligatorio. Lo que sí resulta exigible es el servicio a los temas generales, es decir, la disposición individual a desempeñar la función como conductor del estímulo en el marco de las psicosis colectivas pertinentes.

(p. 85).

Quien no quiere aceptar ese papel, se convierte de hecho en un disidente, alguien que podría decir, como Bartleby, "preferiría no hacerlo", "no voy a encender el móvil, estaré fuera de cobertura o no disponible el tiempo que me parezca".

En la brillante exposición sobre la arena mediática --de alguna forma, actualización de la arena romana, cuando se inició la primera cultura de masas--, no es eso lo más importante, sino lo que dice entre medias, acerca del desfase entre ética y tecnología. El hombre moderno, afirma, piensa como vegetariano y vive como carnívoro: quiere ser como el buen pastor, pero también vivir como los malos pastores, famosos por su vida disipada y actos violentos. Es por esto, dice, que todos los discuros actuales sobre ética adolecen de una cierta falsedad. Es este espíritu mefistofélico que siempre quiere el bien y siempre hace el mal..., por eso, se hace necesaria una moratoria en las investigaciones sobre ingeniería genética, esperando, se supone, que las estructuras mentales se sitúen a la par que las tecnológicas. Pero no se extiende mucho más, ya sabemos que PS disfruta mucho con las sugerencias y las metáforas novedosas.

Lo más importante sobre el poshumanismo lo dice cuando reflexiona, a preguntas de H., sobre la tercera parte de su trilogía, Espumas, que todavía no ha sido traducido al castellano. En esos párrafos se refiere al elemento aire como fundamental, más allá de la tierra y el agua (que interesa más en las fases previas de la humanidad). Habla con ejemplos tomados sobre todo de la arquitectura, nombres que no me suenan, y con hipótesis aventuradas que te llenan de ese ligero vértigo que producen los discursos libres. Insiste en la importancia de la climatología y el control atmosférico en el futuro inmediato, pero no termino de entender de qué manera sería viable esa vida etérea... No podía faltar la referencia a Deleuze, el gran pensador-surfista, ni la discusión sobre rizomas como estructura nueva de pensamiento y acción.

El apartado Pensamiento en suspenso: hacia una crítica de lo indecible, es el más enrevesado pero también uno de los más fascinantes, y por un rato se aleja de lo propiamente escandaloso del caso tratado, para hablar de forma más abstracta sobre los problemas de expresión. Barthes y Bataille sirven como maestros en este pequeño debate sobre el pensamiento escurridizo; se nos muestra una vez más un PS que es un maestro en el análisis de conceptos: aquí encuentra cuatro rasgos o ideas para lo "indecible":

--Lo que permanece al margen de un conjunto de juegos de lenguaje que practicamos habitualmente; un tropiezo con los límites del lenguaje, un ejemplo sería las dificultades para trasladar a otros idiomas la palabra alemana Unheimlich.

--Lo indecible perceptible: la lucha con la percepción, hasta llegar a momentos de crisis de lenguaje como la que expone Hofmannsthal en Carta de lord Chandos, desde el momento en que el lenguaje que tenemos a mano no sirve para expresar ese sentimiento, esa atmósfera... Cualquier cosa es una invitación a la excentricidad, se nos dice en la p. 92: si no tenemos unos usos lingüísticos regulados, como un mecanismo de protección ante el éxtasis, la sociedad correría el peligro de llenarse de místicos. De ahí el lenguaje estipulado y el lidiar con un vocabulario de unos tres a cinco mil expresiones, cuando se pueden distinguir hasta diez millones de matices de color.

--El concepto de infinito, lo que excede lo representable.

--El indecible dionisíaco de Bataille, lo que él denominó "experiencia interior". Quien haya leído algo de Bataille puedo decirnos algo más sobre esto, sobre su paso de la lógica al vitalismo.

Hay también un pasaje que tiene que ver con la propia naturaleza del filósofo, si es posible ir más allá de la filosofía (en sugerencia algo críptica de Jabès, que PS no termina de aceptar), y cómo la poesía y la novela tienen algo que ver en la evolución de la escritura filosófica, cómo la primera fue sierva mucho tiempo hasta que se separó de la filosofía y pasó a la vanguardia, a partir del siglo XIX. Llega a decir que las mejores novelas de la Antigüedad son los diálogos platónicos, pues ofrecen la versión más noble del "cínico abigarramiento lingüístico" (Nietzsche)

La novela, esto lo ha mostrado Lukács en su etapa más productiva, no es sino la forma lingüística de los que ya no poseen la verdad. Transmite una forma que se acopla perfectamente a un mundo desencantado. (p. 101)

La novela como forma de expresión de la "intemperie metafísica"; pienso que en esta defensa de la novela, en el darle casi la razón a Platón por haber desterrado a los poetas de la república, hay un ansia, un deseo postergado de PS de escribir en forma novelada su experiencia en la India, de la que dice que tal vez pasó ya ese momento... Aunque tendría que hacerlo, porque la prosa filosófica de El árbol mágico es muy muy buena. También ha dicho al principio que trata de contener los pasajes líricos, pero hay momentos en que le sale la vena "blochiana" (por Ernst Bloch), como al comienzo de Esferas I, cuando habla de esa burbuja infantil...
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Enlaces:

La experiencia interior según Bataille

Información sobre Gabriel Tarde, sociólogo olvidado

La música de las esferas ::: Reseña de Esferas I de Sloterdijk