miércoles, agosto 18, 2004

La difuminación del yo


En el chat thmex/fastra del 14/08/04 surgió la intrincada e inquietante cuestión del futuro del "yo" en relación con investigaciones como la clonación, el uploading y cualquier otra tecnología que nos haga interrogarnos sobre nuestra noción actual de identidad.
Este microensayo trata de ser una aportación a este debate abierto, no sólo dentro del transhumanismo, sino en el corazón de la cultura y la filosofía contemporánea más atenta y penetrante.



La distincion "yo/no-yo" no es tan clara como parece. La noción de "individuo" en la filosofía clásica y los esfuerzos de la taxonomía en biología han ofrecido una definición de individuo como organismo cohesionado que ocupa una única región espacio/temporal que le pertenece y ocupa en exclusiva.

Pero... ¿son tan nítidas las fronteras? ¿tienes tan claro quién eres "tú"? Pensemos por ejemplo en las bacterias o virus que invaden "nuestros" cuerpos y viven en una relación simbiótica o parasitaria con nosotros, ¿forman parte, por diminuta que sea, de nuestra noción de "yo", o son otro tipo de organismos, autónomos o independientes? Hay que pensar que muchas bacterias nos ayudan en nuestras funciones diarias; piénsese en las bacterias del intestino que nos ayudan a hacer la digestión y en muchos otros ejemplos más. Y no sólo nos ayudan, sino que no es inusual el organismo animal que las necesita irremediablemente para su supervivencia.

Hace años que Richard Dawkins introdujo el concepto de "fenotipo extendido" para hacer referencia a las dificultades de establecer una barrera clara entre el "yo" y el "no-yo". Algunos animales se sirven del entorno para potenciar sus cualidades; en otras palabras, extienden su fenotipo. Un ejemplo, y no es el único ni mucho menos, es el camaleón que se sirve del color de los troncos de los árboles para ocultarse.
El concepto de "fenotipo extendido" no se ha utilizado mucho al investigar la condición transhumana, que sin duda conllevará que se difuminen los límites entre el "yo" y el "otro" al ritmo que nuestros cuerpos vayan integrando tecnologías y organismos de naturaleza natural y artificial, y las relaciones entre los seres extrahumanos adquieran otro estátus gracias a nuevos niveles de comunicación y percepción de la realidad.

No hemos de fijar nuestra atención únicamente en la naturaleza, porque quizás quien ha producido más la indiferenciación entre lo que somos y lo que no somos, es el propio ser humano. La tecnología está propiciando una naturaleza posthumana no exclusivamente animal al irse creando, casi sin darnos cuenta, un hombre donde lo que es propio o no es propio por naturaleza pierde todo su sentido.

Podríamos preguntarnos si las gafas o los implantes cocleares de una persona que no ve o no oye bien son parte de ella o no, y si serían la misma persona sin ellos. Podríamos preguntarnos quién somos cuando navegamos por la Red bajo otra identidad, o dónde estamos cuando varios "individuos" nos reunimos en una sala virtual en el ciberespacio. Podríamos preguntarnos si la "hija" de una mujer que se haya autorreproducido es "ella", o si la prótesis de un hombre
amputado forma parte de él o no, o si un clon o una copia digital de tu estructura cerebral serías tú o no. Podríamos preguntarnos si los dispositivos nanotecnológicos de ingeniería neuronal que aumenten nuestra capacidad cognitiva, una vez de que existan y los instalemos en nuestro cerebro, serán parte intrínseca de nosotros o no.

Éstas y muchas más serán las preguntas de la filosofía del presente siglo, y de cualquier ser inteligente que siga interrogándose sobre su naturaleza, la vida o el universo.



Una revolución ha comenzado la evolución de lo artificial, y está superando en eficacia adaptativa y en utilidad a la evolución natural. Durante este proceso revolucionario los conceptos abstractos (por ejemplo, en este caso, la noción del "yo") son desechables por su rigidez. El devenir de la vida es dinámico y complejo, los conceptos son rígidos y simples. Jamás los conceptos abstractos podrán dar cuenta de lo que son las cosas en realidad.

El mapa no es el territorio. El dedo que señala la luna no es la luna. El cuadro que representa una pipa no es una pipa. El "yo" al que tan apegados nos sentimos, por el que sufrimos y que queremos a toda costa que continué de un modo u otro, podría literalmente dejar de existir en el futuro dada su naturaleza virtual, en cuanto no haya quien nadie interesado en implementarlo y hacerlo real.

En un futuro próximo los seres humanos pueden ir difuminando los límites y rigidez de sus "yos" hasta experimentar que el "yo" ha desaparecido y ya no existe más, hasta descubrir el carácter virtual de su identidad y su "yo" único, independiente e indivisible, del mismo modo que descubrieron que la Tierra no era plana o que no era el centro del universo, ni siquiera del sistema solar, o que no habían sido creados a semejanza de Dios sino que eran producto de la evolución de otras especies. La cultura humana ha avanzado sobre las ruinas de viejos conceptos. Los científicos no encontrarán al "yo", del mismo modo que no encontraron al alma o a Dios.

En el siglo que estamos empezando ésta será una de las cuestiones que no sólo la filosofía, sino todos los seres humanos que tengan resueltos los problemas de la supervivencia física, tendrán que afrontar según su imbricación con la tecnología vaya siendo mayor y más íntima.

Quizás la Tierra no siga siendo territorio de una sola especie dominante, ni sean los robots quienes la hereden, sino que la ciborgización de la humanidad nos lleve a que pueblen el planeta organismos híbridos de variedad extendida que, como mucho, por curiosidad histórica o por mera diversión, elijan una "configuración energética personalizada" temporalmente y para los que la noción de "yo" o "individuo" sea algo tan obsoleto como son hoy para nosotros las antiguas nociones de "poseso" o "hechizado".

Texto: Cosmodelia
Imagen: Lilia Morales