lunes, agosto 23, 2004

Llega el hombre simbiótico

por Joël de Rosnay


Estamos en los inicios de una revolución en las relaciones de las máquinas electrónicas y las personas que va a miniaturizar hasta tal punto los televisores, los teléfonos y los ordenadores, que se confundirán con los sentidos del cuerpo humano. Lo que ha dado en llamarse "revolución de la comunicación" es en realidad la prehistoria de una fase que se va a desarrollar en la primera década del siglo XXI.

¿A quién se parecerá el hombre del futuro? Biólogos, futurólogos y escritores de ciencia ficción se dedican desde hace siglos a este ejercicio peligroso. Para algunos, el hombre del futuro será un "superhombre", dotado de capacidades intelectuales fenomenales debido a un crecimiento del número de hormonas de su cerebro. Una gran cabeza, piernas pequeñas (debido a los desplazamientos motorizados), menos dientes (por el consumo de alimentos concentrados). Podemos continuar con esta pintura caricaturesca y sin duda muy alejada de la realidad. La velocidad de la evolución biológica no es tan rápida, comparada con la de la tecnoesfera, como para hacer posibles estas mutaciones determinantes.

Para otros autores, el hombre del futuro será biónico, compuesto de piezas electrónicas e informáticas intercambiables, órganos y sentidos a medida, sistemas de visión y de audición amplificados. Podrán oír a cientos de metros y ver en la oscuridad, saltar y correr a la velocidad de una gacela. Estos hombres y mujeres biónicos se han hecho populares por las series de televisión que se han difundido por todo el mundo.

Los científicos y autores de ciencia ficción han imaginado también hombres cibernéticos (cyborgs), mitad hombres, mitad robots, como RoboCop o Terminator. Bruce Mazlis predice la llegada de "combots" (computadoras-robot), la nueva generación de seres producidos por el hombre, que se auto reproducen y conviven con nosotros, una especie de nuevo cuño cohabitando con la humanidad biológica.

Hans Moravec estima que los robots del futuro llegarán a un tal grado de inteligencia, que sabrán disuadirnos de "desconectarlos" si quisiéramos apagarlos. Tiernos e integrados en nuestra vida, ejercerán sobre nosotros presiones emocionales como la de los animales de compañía.

Conjunto evolutivo

Estas diferentes visiones del futuro se focalizan generalmente sobre el individuo. Yo prefiero considerar al hombre, la sociedad y la tecnoesfera como un conjunto coevolutivo. Para mí, el hombre del futuro será el hombre simbiótico. Poco diferente, física y mentalmente del hombre del Siglo XX, pero disponiendo gracias a sus conexiones biológicas, psicológicas o bióticas con el cybioente, extraordinarios medios de conocimiento y acción.

Progresivamente, he descrito la coevolución del hombre con la biosfera (principalmente por la agricultura y hoy por las biotecnologías), con la tecnoesfera (gracias a las máquinas, a la industria, al comercio y a la economía), con la noosfera merced a los ordenadores y las grandes redes de comunicaciones. Igualmente he subrayado la importancia de los interfaces entre el hombre y las máquinas mecánicas o electrónicas. Pero la emergencia de la biótica permite augurar interfaces todavía más íntimas entre el hombre y las máquinas, conduciendo principalmente a la creación de nuevos órganos y nuevos sentidos.



La relación simbiótica con los ordenadores no se establece en una dirección única, desde nuestro cerebro a la máquina. También recibimos informaciones procedentes de los ordenadores. En la actualidad, estas informaciones se configuran en cifras, textos, gráficos, imágenes fijas, secuencias animadas que aparecen en las pantallas, o por sonidos emitidos por los altavoces. Sin embargo, con los ordenadores portátiles, los asistentes personales transportados con uno mismo como si fueran una agenda, los teléfonos cada vez más miniaturizados, los visiófonos o los "pagers" (bip, alphapágina), surgirá la necesidad de una transmisión de informaciones hacia el cerebro que sea cada vez más personalizada, más discreta y más íntima.

Estamos pues en los inicios de una revolución en los modos de comunicación entre las máquinas electrónicas y los hombres. Lo que ha dado en llamarse "revolución de la comunicación" es en realidad la prehistoria de una fase que se va a desarrollar en la primera década del siglo XXI. En materia de comunicación, todavía no hemos visto nada. Orejas, ojos, narices bioeléctricas que pueden oír, transmitir, ver, sentir y sobretodo interactuar con el hombre, han sido propuestas ya por las empresas de alta tecnología. La recepción de informaciones procedentes de los ordenadores y de las máquinas que comunican, emprende un nuevo camino. Estos son algunos ejemplos.

Mix inteligente

Una pequeña empresa californiana ha desarrollado un combinado de escuchador y micrófono que se sitúa en la oreja. La innovación afecta a la relación inteligencia entre el que escucha, el micrófono y la basa de emisión de informaciones. No hay hilos: todo se transmite a distancia a través de las ondas hertzianas. Se puede hablar con el ordenador preservando la libertad de movimientos o guardar el teléfono portátil en el bolsillo discutiendo al mismo tiempo con voz baja con el interlocutor. El micrófono, situado justo en el exterior de la oreja, reduce electrónicamente los ruidos ambientales y tiene en cuenta permanentemente la distancia entre la oreja y la boca. Es más, gracias a un procedimiento original, el micrófono capta incluso los sonidos emitidos por los huesos del cráneo, lo que amplifica considerablemente la calidad de la emisión de la voz de la persona que habla, incluso si ella sólo murmura sus frases. Otras empresas desarrollan implantes colocados más profundamente en la oreja que se parecen a algunas de las prótesis usadas por los sordos. A través de estos implantes, el ordenador habla directamente en el oído del usuario.

Nariz electrónica

Narices artificiales también han sido puestas a punto por diversos laboratorios del mundo. Una de ellas, desarrollada en la Universidad de Manchester, utiliza ya la electrónica molecular. Un captador hace el papel de la mucosa olfativa. Está constituido de polímeros conductores sobre los cuales se han fijado agrupaciones químicas que reconocen las moléculas responsables de los olores. Cada vez que una molécula transportada por el flujo de aire se adhiere a un receptor, se produce una modificación de la conducción eléctrica del polímero. Como consecuencia, se forma una huella o perfil olfativo característico del producto testado. Una red de neuronas compara entonces esta información con las diferentes familias de olores memorizados. La pantalla del ordenador fija la curva específica del olor y anuncia el nombre del producto reconocido.

Retinas de síntesis

Existen también retinas de síntesis que distinguen las formas prefiguran lo que serán los ojos de las nuevas generaciones de robots. Hasta ahora, las retinas artificiales usadas en los sistemas de visión de los robots o de los misiles inteligentes, se basan en la utilización de silicio. Un equipo japonés de los laboratorios Fuji ha utilizado sin embargo la proteína bacterio-rhodopsina, que juega el papel de fotorreceptor en algunas bacterias fotosintéticas que viven en el agua salada, y más particularmente en las aguas del Mar Muerto. Una de las características importantes de esta retina artificial es su capacidad de reaccionar en unos microsegundos a los cambios de intensidad luminosa.

Visiófono de prueba

Siguiendo las huellas del teléfono móvil y de sus escuchas discretos, llega el visiófono de pulsera, parecido a una reloj brazalete. Empresas japonesas han resuelto en parte el problema de comprensión de una imagen de televisión para permitir su envío a través de un teléfono celular. Las imágenes de color comprimidas se envían hoy a una velocidad de 10.000 bits por segundo, con una calidad próxima a la de los sistemas de videoconferencia, que funcionan a 64.000 0 128.000 bits, lo que hace industrializable un reloj pantalla visiófono interactivo.

Sistemas mecatrónicos

Sistemas mecánicos electrónicos (mecatrónicos) que permiten almacenar sonido e imágenes, principalmente de los aparatos de vídeo y de los magnetoscopios sin ninguna pieza móvil, van a ser reducidos al tamaño de un chip electrónico. Adiós a los cassettes, a las bandas magnéticas, motores y cabezas de lectura. Gracias a esta miniaturización, estos aparatos se aproximan cada vez más a nuestros sentidos.
El aparato de vídeo sin casette no es mayor que una tarjeta de crédito. Sin motor ni pieza móvil, ha sido inventado por ingenieros californianos. La innovación tecnológica descasa en módulos archivados en forma de minitarjetas capaces de memorizar en chips electrónicos hasta dos horas de voz. Estos registros son digitalizados y comprimidos para ocupar el menor espacio posible. Estos módulos de memoria pueden introducirse en las aberturas previstas en los nuevos móviles y los asistentes comunicadores personales. De esta forma se pueden añadir mensajes de voz a los textos, así como gráficos, e incluso transferir estos mensajes en los ficheros de los correos electrónicos.

Vídeo en un chip

Otra empresa americana ha puesto a punto el primer magnetoscopio en un sólo chip. Todas las imágenes son memorizadas en un microprocesador y desfilan a la velocidad de 30 imágenes por segundo sobre la pantalla del ordenador. Integrable a un ordenador, suministra imágenes a plena pantalla con 16 millones de colores, total animación, repetición, detención de una imagen, velocidad lenta, copia de pantalla, sonido sincronizado, cualidades todas ellas reservadas hasta ahora sólo para los magnetoscopios grandes y sofisticados. Con una cámara de vídeo acoplada al ordenador, pueden registrarse las secuencias a voluntad y utilizar estas imágenes con los programas de tratamiento multimedia de los ordenadores de nueva generación.

TV en las gafas

Por último, la televisión abandona las pantallas situadas a algunos metros del espectador y se coloca justo delante de los ojos gracias a unas gafas especiales. Estas televisiones-gafas utilizan una técnica parecida a la de las pantallas utilizadas en los aviones de combate. La parte superior de la montura oculta una pantalla de cristal líquido de dos centímetros. Se refleja en un espejo situado en oblicuo en los campos de visión del telespectador, que de esta forma tiene la impresión de ver una única pantalla con los dos ojos.

Dos vías

Estos ejemplos muestran que los sistemas de transmisión de informaciones audiovisuales procedentes de los televisiones, teléfonos o los ordenadores, se miniaturizan y se acercan al cuerpo. Desde ahora pueden vislumbrarse las próximas etapas de la comunicación entre el hombre y el cybionta. Dos vías se abren: la aproximación invasiva y la no invasiva.

A la primera pertenecen los electrodos, los implantes o módulos introducidos en el cuerpo, de la misma forma que un marcapasos o una prótesis auditiva profunda. A la segunda, los nuevos útiles de comunicación de realidad virtual: los cascos de visión, guantes y trajes de datos, y pronto los biocaptores sensoriales... a la espera del interface directo, sensible y emocional, con el cerebro. En lo que concierne a la vía no invasiva, conviene evocar igualmente una generación de seres extraños que tienen vida propia en el mundo virtual. Destinados a favorecer el diálogo con los ordenadores y la navegación en los hiperespacios de la información, son los agentes inteligentes.

Joël de Rosnay es autor de "The Symbiotic Man: A New Understanding of the Organization of Life and a Vision of the Future". Traducido al castellano como "El hombre simbiótico: miradas sobre el tercer milenio" -- Madrid : Cátedra, [1996]
Doctor en Ciencias, es Director de Prospectiva y Evaluación de la Ciudad de las Ciencias y de la Industria de La Villette. Está laureado con el Premio de la Información Científica 1990 de La Academia de las Ciencias de Francia, y con el Premio Benjamin Constant de las Artes de la Comunicación 1994 de la Société d'Encouragement de l'Industrie Nationale.


Más información:

Crossroads to the Future : Página personal de Joël de Rosnay.

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