martes, marzo 20, 2007

TECNOLIBERACIÓN Ya somos cyborgs

Ser curioso, salirse de los caminos marcados, abrirse al mundo y ser receptivo a todo lo que nos rodea puede ayudarnos a descubrir ideas que tengan el potencial de unirse y formar algo nuevo.

[Roger von Oech. Una patada en el trasero]


"Las teorías tecnoliberadoras, atribuídas a Muteba Kazadi, poeta, ingeniero de comunicaciones, divulgador científico y Ministro de Desarrollo de Zaire, sostienen que la técnica es un instrumento de liberación y expansión del ser humano, pero también que debe ser arrebatada de las manos de quienes la han convertido en tecnocracia y la han usado de un modo exclusivo y elitista para de un modo u otro dominar a la mayoría de los seres humanos, por no hablar de la destrucción de otras especies y del planeta en el que todos vivimos."

TECNOLIBERACIÓN Ya somos cyborgs incluye microensayos y artículos relacionados con la tecnoliberación. Entre otros: ¿Somos ya cyborgs?, ¿Existirá Matrix? Neuromante y nuestra realidad, La reinvención del cuerpo, Hibridaciones en la cultura digital y La singularidad de los videojuegos.

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Foro TECNOLIBERACIÓN



TECNOLIBERACIÓN Ya somos cyborgs

ÍNDICE [versión 1.2]

Tecnoliberación

Los dialectos moleculares de la multitud cyborg

Las minorías creadoras

Ni contigo ni sin ti

Nuestra íntima metamorfosis

¿Somos ya cyborgs?

La difuminación de la identidad

La música de las neuronas y el mito del yo

Indicomunitarismo: nuevos paradigmas para el mundo de hoy

¿Existirá Matrix? Neuromante y nuestra realidad

Crear nuevos modos de vida: metamorfosis queer

Los Hikikomori: ¿aislamiento virtual?

Artistas: Atractores Extraños

Deseo y potencia de devenir cyborg

La reinvención del cuerpo

Filosofía del tedio y pensamiento virtual

Tecnociencia · Ciberculturas · Teorías Cyborg

Todo es natural o ¡viva lo artificial!

Biopolíticas cyborg: la resistencia determinante

La autogestión del cuerpo

Nómadas, sedentarios y los vagabundos del Beat/Bit

Inteligencias cristalizadas, inteligencias fluidas

La blogosfera a fondo ::: hibridaciones en la cultura digital

El Anillo de Interzona

Ciberanálisis en el cine-pasión

Las emanaciones del calor y los libros/rizoma

libros microcosmos, libros engranaje

Sloterdijk ::: Las espumas de Esferas III

Cartografías del caos en tiempos críticos

Incorporando a nuestra piel otros espacios

La singularidad de los videojuegos

Conspiraciones, ficciones, estrategias

La construcción del cyborg: cuerpos posgenéricos

¿Es el cyborg femenino?

¿A qué tenéis miedo? Los muchachos salvajes...

Conexión cerebro/computadora

Teniendo un cuerpo, llegando a ser cyborgs

Contacto

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martes, noviembre 30, 2004

Nano-Bio-Info, Silorgs, Symborgs y Cognotecnología


Los futurólogos construyen escenarios en los que la convergencia de Nano-Bio-Info y Cognotecnología serán las principales líneas de negocio. Su pronóstico a 20 o 50 años conjuga microprocesadores tridimensionales con memoria, interfaz lingüística, cerebros sintéticos y posthumanos.

Muchos han intentado anticipar lo que sucederá, ya sea con falsas hipótesis o literatura especulativa (Julio Verne, Arthur C. Clark, Isaac Asimov, William Gibson, Michael Crichton, Alvin Toffler), pero hoy, las herramientas de prospectiva como la Ley de Moore, la clonación, las investigaciones sobre el genoma humano, la computación cuántica, la criogenización y las redes neuronales artificiales permiten predecir cambios profundos en 20 o 50 años para construir mejores escenarios.
En 1966, varios investigadores y científicos de Estados Unidos se reunieron para estudiar el futuro, realizar pronósticos y analizar las megatendencias en las actividades económicas, sociales, políticas y tecnológicas de la sociedad. Fundaron, entonces, la World Future Society (WFS), una organización de prospectiva sin fines de lucro, que actualmente cuenta con más de 30 mil afiliados (académicos, investigadores, futurólogos) en más de 80 países. Luego, en 1997, se formó el Capítulo Mexicano de la Sociedad Mundial del Futuro, que preside Julio A. Millán.
Aunque el movimiento futurista apareció institucionalmente hace más de 35 años, una de las acciones con más difusión en nuestro país ha sido el foro Los Futuros del Mundo. Alternativas para México, convocado por la WFS México, en noviembre de 2003.
En la ponencia ?Los Futuros de la Tecnología?, John Smart, director del Institute of Accelerating Change, señaló que en 20 años se pensará en la tecnología como algo orgánico, como una parte de nosotros mismos. ?Será como la electricidad o el aire, sólo nos daremos cuenta de su existencia cuando falten".
En su exposición mencionó algunos de los cambios tecnológicos altamente probables para los años 2015-2060, como los microprocesadores tridimensionales con memoria, la interfaz lingüística para el usuario o la creación de cerebros sintéticos, proyecto en el que ya trabaja el centro de alta tecnología de Riken (el Silicon Valley de Japón) y que espera resultados en 2018.
De acuerdo con la Singularidad Tecnológica ?cuyo principal autor es John Smart?, una vez que la aceleración exponencial de la tecnología y la inteligencia artificial logren crear cerebros sintéticos, los seres humanos necesitaremos implantes inteligentes para poder comprenderlos. Se calcula matemáticamente que la singularidad ocurriría entre los años 2050 y 2060, o quizá antes.
Considera, también, que habrá un espacio de simulación. En 30 o 40 años, el diseño de videojuegos contemplará ambientes de simulación y alta resolución para adultos. En este sentido, ya se vislumbran avances con el lanzamiento de IBM, en 2004, de una supercomputadora con mil microprocesadores que será empleada para consolas de videojuegos, en tanto que uno de los primeros clientes de los servicios de grid computing de Oracle es Electronic Arts, el gigante en el desarrollo de videojuegos (Lord of The Rings, Harry Potter) que cotiza en el Wall Street.
Países como Estados Unidos, Japón, China y Singapur saben que en el futuro todos los negocios estarán relacionados con la convergencia de las tecnologías NBIC (Nano-Bio-Info-Cognotecnología). La tecnología de la información (Infotec) supone el desarrollo de microprocesadores que en 2020 o 2025 alcanzarían el poder operativo del ser humano, mientras que el desarrollo de la nanotecnología (diseño molecular de objetos) está dando sus primeros pasos, pues la comunidad científica apuesta todo por la creación de nanomáquinas o máquinas autorreplicantes y los gobiernos destinan inversiones millonarias en investigación y desarrollo (I+D).
Además de la cognotecnología (ciencias cognitivas), la biotecnología será otra importante línea de negocios en la que Singapur se perfila como primera potencia en clonación. Por el momento, los estudios se enfocan a descifrar tanto el genoma humano como el mapa del cerebro, así como a las aplicaciones de la medicina del futuro a partir de las células madre tomadas de los bancos de cordón umbilical.
Como ha ocurrido con los diversos modelos económicos, la revolución de la tecnología global conllevará varios problemas, como el desempleo; sin embargo, también representa la oportunidad para muchos países subdesarrollados de adoptar las nuevas tecnologías y saltar la brecha digital, como en el caso de China o África, que de no tener teléfonos pasaron al uso masivo de celulares; Costa Rica, cuya fuerza intelectual está exportando software y se ha constituido como un país con acceso gratuito a Internet; e India, que cuenta con políticas de I+D para apoyar la infraestructura y la cultura digital.
Por último, Smart se refirió al transhumanismo como el destino de la raza humana. En 2050, el incremento acelerado de la tecnología y la simbiosis de las máquinas aumentaría la expectativa de vida a 150 años (hoy de 70). ?Trascender las limitaciones físicas y mentales del hombre plantea la posibilidad de inmortalidad y la división de la raza humana, ya que algunos mutarían a una variedad de posthumanos: homo sapiens v.2.0, cyborgs, silorgs, symborgs, tecnoborgs, cerebro global y otras especies?.

Alejandra Camberos

Artículo publicado en la revista Empresa-e
del grupo editorial Intermundo, México

lunes, noviembre 15, 2004

¿Dos culturas? La ciencia y el humanismo en el siglo XXI


CIENCIA Y HUMANISMO

EL 6 DE octubre de 1956 apareció en la revista inglesa New Statesman un artículo de C. P. Snow titulado "The Two Cultures" (Las dos culturas). Tres años más tarde, en el mes de mayo de 1959, Snow dictó la conferencia Rede en Cambridge, Inglaterra, usando para ella el mismo título, con el que fue publicada ese mismo año. Aunque al principio la reacción a las ideas de Snow fue modesta, al cabo de unos cuantos meses se tranformó en una avalancha. El propio Snow comenta: "Al final del primer año empecé a sentirme incómodamente como el aprendiz de brujo." La catarata de notas, artículos, cartas, libros, simposia, conferencias y otras formas más de comentario, con frecuencia aprobatorio pero ocasionalmente crítico y hasta insultante (por fortuna, sólo en forma excepcional) transformó a la frase "las dos culturas" en un cliché cultural en todo el mundo. Se puso de moda hablar del divorcio entre los científicos y los literatos (las "dos culturas" originalmente descritas como inconmensurables por Snow) pero muy pronto se amplió el marco de referencia incluyendo en el campo de los "científicos" a todos aquellos trabajadores con preparación técnica profesional, como ingenieros, químicos, psicológos, agrónomos, y médicos (los "tecnócratas"), mientras entre los "literatos" se enlistaron a todos los artistas, historiadores, filosófos, pedagogos, estetas, sociólogos y bibliotecarios (los "intelectuales"). Ante el asombro de Snow, que vio sus "dos culturas" transformarse en dos monstruos semejantes al innominado y famoso personaje creado por el doctor Frankenstein, la separación que originalmente describió entre ellas se transformó en unos casos en abismo y en otros en trinchera, a través de la cual se peleaba una guerra sucia.

Snow resumió sus ideas cuatro años más tarde, cuando publicó una "segunda mirada" a su conferencia de 1959, con las siguientes palabras: "En nuestra sociedad (o sea, en la sociedad occidental avanzada) hemos perdido hasta la pretensión de poseer una cultura común. Las personas educadas con la mayor intensidad de que somos capaces ya no pueden comunicarse unas con otras en el plano de sus principales intereses intelectuales. Esto es grave para nuestra vida creativa, intelectual y especialmente moral. Nos está llevando a interpretar mal el pasado, a equivocar el presente y a descartar nuestras esperanzas en el futuro. Nos está haciendo difícil o imposible elegir una buena acción". La solución a este impasse es la educación, tanto en escuelas primarias y secundarias como en colegios y universidades.

He desempolvado la controversia originada hace 25 años por las "dos culturas" de Snow porque ilustra históricamente mi tema, que no sólo es de actualidad sino (en mi opinión) de extrema urgencia. En nuestros medios académicos y culturales más elevados, la comunicación entre "científicos" y humanistas" no es difícil, sino que simplemente no existe. Ojalá me equivoque, pero recientemente me ha parecido percibir ya ciertos indicios (leves, pero definitivamente reales) de sarcasmo y de intolerancia, y a veces hasta de franca animosidad, entre miembros egresados de ambos bandos. En lugar de la curiosidad genuina y el deseo espontáneo de contemplar al mundo a través de los anteojos del bando opuesto, "científicos" y "humanistas" rechazan tal opción y reiteran sus inexpugnables posiciones, recreando así la postura de los profesores de la Universidad de Pisa, que rehusaron la invitación de Galileo a mirar el cielo por medio de su telescopio.

¿Qué es lo que pretendemos los inconformes con tal estado de cosas? No es infrecuente que en los alegatos sobre este asunto, nuestros pacientes interlocutores acepten el diagnóstico de la situación que les ofrecemos y a continuación nos pregunten "¿Tienes alguna idea de lo que puede hacerse para atacar tan horrendo problema y por lo menos empezar a aliviar sus principales manifestaciones?" Snow decía que mientras los científicos desconocen a Shakespeare (el colmo de la ignorancia para un inglés) los literatos ignoran la segunda ley de la termodinámica. No se trata de proponer que se incluya a Cervantes y a García Márquez entre las lecturas obligadas para los ingenieros en computación, ni que los humanistas deben pasar un examen de BASIC o de fisiología general, para que ambos obtengan sus respectivos diplomas universitarios. De lo que se trata es de que en lugar de gesticular, la educación superior en México cumpla realmente con su cometido formal, que sea educación (en vez de indoctrinación, o simple reiteración, o hasta puro condicionamiento) y que sea superior, o sea que rebase en forma significativa el nivel profesional.

Es indispensable volver al concepto original de universidad, que implica la idea de universalidad. No se trata de hacer de cada alumno universitario un Leonardo; ese hombre fue un genio y además el mundo contemporáneo es totalmente distinto. De lo que se trata es de transformar a la universidad en una casa de educación y cultura, de alejarla hasta donde se pueda de su actual imagen de fábrica de títulos. En principio, las universidades no son escuelas politécnicas, su función principal no es la producción de artesanos expertos en los distintos oficios requeridos por la sociedad (función de inmensa importancia en nuestro medio y en nuestra época) sino la generación de sujetos provistos de una educación universal. Lo productos de una educación universitaria óptima deberían ser capaces de contemplar el conflicto de las "dos culturas" de Snow como un episodio histórico interesante, un poquito anticuado y passé, además de que revela ciertas limitaciones culturales. El universitario actual (el alumno inscrito hoy en cualquiera escuela mexicana de estudios superiores) tiene la indeclinable obligación de terminar sus estudios siendo no sólo un técnico capaz en su rama específica del conocimiento, sino un individuo educado en sentido universal. En la medida en que esto no ocurra, la educación superior en México habrá fracasado en sus obligaciones.

Fuente

¿Hubo siempre dos culturas?

LA CIENCIA EN EL SIGLO XXI

El físico y director durante 21 años de la revista Nature, John Maddox, aborda en su libro «Lo que queda por descubrir» los problemas aún no resueltos por la ciencia y sostiene que lo que ahora sabemos es sólo una pequeña fracción del conocimiento que podemos alcanzar. En cambio, otros autores han planteado todo lo contrario. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Cree que podríamos encontrarnos en el umbral de una revolución científica? ¿En qué ramas de la ciencia cree que podría producirse un salto cualitativo que revolucione el conocimiento actual, como hizo la Teoría de la Relatividad en el siglo que acaba?

LA CIENCIA EN EL SIGLO XXI

J. BECHTOLD:

"Si podemos tomar la historia como guía, los avances científicos seguirán produciéndose a un ritmo cada vez mayor. Uno de los avances más impresionantes que he visto en mi vida es el desarrollo y la proliferación de los ordenadores. Creo que aún no hemos evaluado realmente el impacto que han tenido los ordenadores rápidos, el aumento de la capacidad de almacenamiento de datos, la internet, etc. en todas las ramas de la ciencia (y, desde luego, en la Astronomía). Mis hijos ya eran intrépidos usuarios del ordenador en su edad pre-escolar, antes incluso de aprender a leer; yo tenía 17 ó 18 años cuando ví un ordenador por primera vez. No me imagino cómo explotarán la tecnología de la información las generaciones venideras, que habrán crecido rodeadas de ordenadores."

G. BRUZUAL:

"Coincido con la opinión de J. Maddox. La historia demuestra que cada vez que el hombre ha pretendido conocerlo todo los hechos le han indicado lo contrario. Las distintas ciencias progresan a ritmos diferentes y, desde luego, nosotros vivimos en una época privilegiada en el sentido de que es muy probable que nuestra interpretación de la mayoría de los fenómenos naturales esté en la línea correcta. Pero aún queda mucho camino por andar. No hay que olvidar que la mayor parte de la población mundial viven aún en condiciones muy primitivas y no se interesan por la ciencia, se han beneficiado muy poco del saber científico. Si esperamos que la vida en la Tierra siga desarrollándose como la conocemos, pienso que los problemas que hay que resolver urgentemente están en el ámbito de las ciencias sociales, agronómicas y ecológicas. ¿Cómo producir alimentos de forma ecológicamente sostenible para alimentar a tantos hambrientos? Creo que este es el salto cualitativo que necesitamos en la tecnología. Si no resolvemos este problema quedará poco tiempo para que los científicos del planeta solucionen otros problemas interesantes pero socialmente irrelevantes."

M. DICKINSON:

"Tiendo a coincidir con que aún nos queda mucho por aprender, si bien soy reacio a profetizar cualquier revolución. Desde luego, en Astronomía y especialmente en mi campo, la cosmología observacional, el número de descubrimientos nuevos ha sido impresionante en los últimos años, cosa que en sí podría considerarse una revolución. Pero, como decía más arriba, creo que nos queda mucho por andar antes de comprender todo el proceso de la formación y evolución de las galaxias y, quizá, más aún para entender de verdad la cosmología fundamental que es la clave de todo lo que estudiamos."

R. ELLIS:

"Estoy de acuerdo con Maddox. Un contrapunto a esta obra queda recogido en el libro, muy difundido, de John Horgan "El fin de la Ciencia", donde se sostenía que pronto llegaríamos a abarcarlo todo en, por ejemplo, cosmología, y nos quedaríamos sin nada que estudiar. La obra de Horgan me pareció carente de interés. Se basaba en entrevistas realizadas a científicos de renombre que se encontraban al final de su carrera, algunos de los cuales ya no tenían muchas miras puestas en el futuro. La cosmología no terminará aunque hayamos logrado medir los parámetros fundamentales, porque entonces tendremos otros interrogantes que responder surgidos de los propios valores obtenidos. Lo maravilloso de la ciencia es que el saber no tiene límite; cada vez que un proyecto toca a su fin surge un panorama diferente que estudiar. Es cuestión de adoptar la adecuada actitud mental para dar con él.
No obstante, es difícil predecir una revolución. Comentar con autoridad sobre cualquier rama de la Ciencia es muy difícil. En el ámbito de la cosmología, yo diría que determinar la existencia y el origen físico de la materia oscura no bariónica y la constante cosmológica serían los dos acontecimientos más revolucionarios a corto plazo."

A. FRANCESCHINI:

"Este siglo ha sido enormemente prolífico en descubrimientos fundamentales para la Física y la Astrofísica. Especialmente fructíferas fueron las décadas de 1930, con la caracterización fundamental que hizo Hubble del tamaño y la estructura del espacio?tiempo y su formalización en el marco de la Relatividad General, y durante los años 60, con muchos descubrimientos importantes sobre los componentes físicos del Universo (las radiaciones de fondo milimétrica y de rayos X, los cuásares a alto corrimiento al rojo y las radiogalaxias que hablaban de un Universo evolutivo, la formulación de las leyes físicas fundamentales que gobiernan la formación de estructuras cósmicas como efecto de la gravedad, etc.)
Existe un consenso generalizado sobre que las décadas de investigación y descubrimientos astrofísicos apoyan el modelo estándar de la cosmología del Big Bang y proponen un universo en expansión cuyo origen tuvo lugar hace unos 15.000 millones de años a partir de un plasma denso, a muy alta temperatura y sin diferenciación. Lo que actualmente es objeto de un intenso debate son, más que este esquema general, los detalles del enfriamiento y la condensación de ese plasma cósmico por efecto de la gravedad para dar lugar al Universo muy estructurado que observamos hoy.
Después de todos estos (aparentes) éxitos, es difícil evitar la conclusión de que el ?esquema general y los hechos fundamentales? se conocen bien y son sólo los detalles los que aún se investigan. No obstante, debemos tener en cuenta que en todas las épocas los científicos han tenido una apreciación similar, empezando por la Gracia clásica. Un ejemplo muy ilustrativo de ello es la sensación de ?conocer todo? que reinaba en la cultura filosófica y científica de finales del siglo XIX, justo antes de las revoluciones científicas de nuestro siglo.
Algo que cambiaría drásticamente nuestra imagen del mundo sería el descubrimiento de que el Big Bang no fue un evento único y aislado, sino una serie infinita de Big Bangs seguida de ?Big Crunches? (grandes implosiones), lo que a su vez implicaría un tiempo infinito y la desaparición del concepto de origen.
Personalmente soy muy escéptico sobre las posibilidades de que esto pueda ser demostrado alguna vez, incluso asumiendo que tenga sentido (ver el problema del aumento de la entropía de un ciclo a otro y la prueba observacional actual de un universo en expansión continua).
Quizá la Física Fundamental pudiera estar más cerca de una revolución similar a la que supuso la aparición de la Teoría de la Relatividad, por ejemplo descubriendo una nueva Física que unificara las fuerzas fundamentales de la naturaleza (especialmente la gravedad con las otras fuerzas). Sin embargo, todas estas ideas pueden incluir un sesgo, y es que cuanto mayor es la profundidad a que se trabaja en un campo dado, más difícil es imaginar una revolución en él. Después de todo, la mayoría de las revoluciones vividas en las Ciencias Físicas en este siglo procedían bien de gente muy joven (como quienes trabajaron sobre los fundamentos de la Física Cuántica: Born, Dirac, Eisenberg, Pauli, Fermi y otros) o de ?extraños? no académicos, como lo fueron el joven Einstein y aquéllos a quienes se deben los descubrimientos fundamentales de la cosmología: Edwin Hubble, por la expansión del Universo, y los ingenieros Penzias y Wilson, por el fondo cósmico de microondas."

K. FREEMAN:

"Coincido con J. Maddox en que aún nos queda mucho por aprender. Sin necesidad de salir de la Astronomía, ¿cómo podemos pensar que lo sabemos todo si no tenemos ni idea de en qué forma se encuentra el 90% del Universo?."

S. RAWLINGS:

"No estoy en situación de dar una opinión informada sobre el tema, pero sí algo menos reflexionado. Vivimos una época en la que los avances tecnológicos y científicos parecen tener lugar a un ritmo aún más acelerado. En buena parte se debe al aumento en potencia y sofisticación de los ordenadores digitales y sus periféricos. No veo pruebas de que estemos alcanzando ningún límite fundamental en este campo; de hecho, es más probable que nos encontremos al principio de lo que podría denominarse, con razón, una revolución informática. Ya se están dando los primeros pasos hacia el diseño de ordenadores construidos sobre principios de mecánica cuántica y no digitales, lo que haría que los ordenadores actuales pareciesen aún más rudimentarios de lo que nos resultan hoy las primeras computadoras de la historia. Me resulta imposible imaginarme la capacidad de esas máquinas del futuro dada la complejidad de las simulaciones, la realidad virtual y los procesos de inteligencia artificial que llevarán a cabo. Al decir esto me estoy acercando peligrosamente a la ciencia ficción, pero uno puede entrever claramente un momento en que la frontera entre lo virtual y lo real y entre el cerebro de los ordenadores y el humano podría borrarse considerablemente. Como científico me parece algo alucinante, pero como ser humano me produce escalofríos. Sólo sobre esta base (y son muchas las disciplinas científicas, incluida la física fundamental, donde seguimos siendo muy ignorantes) resulta difícil discutir la tesis de John Maddox."

S. WHITE:

"No creo que podamos estar seguros de comprender en lo más mínimo cómo el Universo llegó a tener la estructura que observamos actualmente. Algunos dicen que las observaciones de la radiación de fondo de microondas de las próximas dos décadas ?resolverán? la cosmología. Aunque estoy de acuerdo en que si estas mediciones resultasen coincidir con alguna versión del paradigma estándar actual (lo que aumentaría nuestra confianza en que es correcto), no me sorprendería en absoluto que ninguna versión encajase en esas observaciones. En cuanto a la formación de galaxias, creo que entendemos a grandes rasgos cómo las galaxias adquirieron el aspecto que hoy presentan, pero dudo de que seamos nunca capaces de predecir su estructura detallada ?ab initio? más de lo que podríamos esperar predecir el tiempo atmosférico a partir de un modelo de evolución global de la atmósfera terrestre."

Fuente

viernes, octubre 08, 2004

Ciencia y esperanza


?Me interesa el futuro porque pienso pasar allí el resto de mi vida?.
Anónimo

El último argumento que parece sobrevivir entre conocidos escépticos y científicos
como justificación de la necesidad de la religión es que ésta proporciona la esperanzay el sentido de la existencia humana. La ciencia parece sugerir sin embargo que como individuos y como especie no somos más que una forma temporal de organización de la materia condenados a la extinción. Pero la mayoría de los hombres ?incluidos muchos científicos? están necesitados de esa esperanza que sólo la religión parece proporcionar.

En este artículo pretendo mostrar cómo dentro de la ciencia podemos encontrar esa
esperanza y cómo la ciencia nos puede proporcionar escenarios futuros mucho más
interesantes e imaginativos de lo que nunca nos proporcionó la religión. Estos
escenarios serán ampliamente comentados, por lo que el artículo puede ser utilizado
como una revisión del estado de las previsiones informadas del futuro a muy largo
plazo, lo que se ha venido en denominar escatología cósmica.

Introducción: ¿Son compatibles ciencia y religión?

?Si la ciencia nos da verdad, la moralidad el bien y el mal y la política la justicia, la religión es el campo de la promesa y la esperanza?.
Paul Kurtz

Entre conocidos científicos y escépticos se ha instalado la idea políticamente correcta de que la religión y la ciencia pueden convivir en dominios de aplicación distintos pero compatibles entre sí. Así por ejemplo, Stephen Jay Gould ?conocido biólogo y divulgador? escribió todo un libro [Ciencia versus Religión: Un falso conflicto. Crítica. 2000] para defender esta tesis sin éxito, aunque lo que
consigue es básicamente redefinir religión como una especie de filosofía ética. El intento sería bueno si la religión tradicional fuese sólo eso. Pero las religiones tradicionales van mucho más allá, apelando a la existencia de una entidad divina que tiene el control de los fenómenos naturales y de los asuntos humanos ?por ejemplo respondiendo a las plegarias?. En otras palabras, las religiones tradicionales interfieren en el dominio de la ciencia y son básicamente incompatibles con ella.
El filósofo Paul Kurtz sitúa el dominio de la religión en la búsqueda del sentido de la vida y la esperanza ante la muerte. Todo el mundo parece de acuerdo en que la ciencia no puede proporcionarnos el consuelo que nos ofrece la religión, y la postura materialista atea ?agnóstica para los puristas? se limita básicamente a la satisfacción de la honradez intelectual que consiste en aceptar los que los hechos parecen indicar: ?Con una vida hay bastante. Pone fin a las cosas de manera simple y elegante. De lo contrario el universo sería demasiado confuso? o como mucho en buscar un sentido poético de la existencia.
Sin embargo, el hecho de que muchos ateos prácticos, aún viviendo vidas plenas de
sentido, compartan el deseo humano de la vida eterna, les ha hecho caer en diversas
formas de misticismo.

En un debate televisivo titulado Can Science Seek the Soul? (¿Puede la Ciencia encontrar el Alma?), el parapsicólogo Charles Tart decía algo que en este contexto me parece significativo:

Los seres humanos tienen necesidad de significado. Tienen la necesidad de sentir
que son parte de algo más grande que ellos mismos. La gratificación biológica no es suficiente. Algunos de los tipos de significados que ha creado la humanidad son
irrazonables. Necesitamos algo más profundo. Nuestras religiones tradicionales
solían proveernos de significado, diciéndonos: ?no estás solo, sino que eres parte de
la gran escena que es el mundo y existen cosas que debería hacer y cosas que no?.
Esa tradición religiosa no funciona más para un montón de gente, porque están
basadas en creencias, muchas de las cuales no encajan en la imagen científica del
mundo. Necesitamos una espiritualidad práctica que sea consistente con nuestro
conocimiento científico.


Personalmente comparto los sentimientos y deseos de Tart, pero no su salto
injustificado al espiritualismo más simplón. Martin Gardner ?conocido escéptico y
divulgador? ha expuesto sentimientos similares en su libro Los porqués de un escriba filósofo, pero ni siquiera Gardner puede evitar caer en otras formas más sofisticadas de dualismo materia-espíritu. Cualquier persona culta sabe ?o debería saber? que en el fondo sólo el método científico nos llevará algún día a conocer si seremos o no capaces de conseguir la inmortalidad ?cualquier cosa que ello signifique? como seres individuales o como civilización por métodos puramente materialistas. La respuesta seguramente la conoceremos en algún momento del futuro ?incluso a lo mejor de la manera más terrible de todas: pereciendo de forma catastrófica como civilización humana? en el que seguramente ninguno de nosotros esté ya aquí para verlo. Y cualquiera que ésta fuese, habrá que aceptarla con honradez y valentía pues ¡no nos queda más remedio!

El objetivo principal de este artículo es intentar trascender el argumento de Kurtz,
mostrando que aún dentro de la ciencia hay lugar para la utopía, e incluso en un grado que convierten la tradición religiosa de cielos, infiernos, reencarnaciones y resurrecciones en cuentos infantiles con muy poca imaginación. Y para aquellos creyentes y no creyentes para los que la desaparición personal represente la pérdida del sentido de la vida humana, espero convencerlo de que la ciencia tiene muchas y buenas cosas que ofrecer.

Se analizarán así escenarios futuristas que no son imposibles desde el conocimiento
científico presente, ni desde extrapolaciones de la tecnología actual.

1. La esperanza perdida

?Créeme, si un hombre no conoce la muerte, no conoce la vida?.
Lionel Barrymore en Grand Hotel

El miedo a la muerte puede nublar incluso a una de las mentes más racionales de todos los tiempos. Se cuenta que el gigante de la ciencia John von Neumann se
convirtió al catolicismo en los últimos momentos antes de la muerte ?a causa de un cáncer terrible? a pesar de haber sido agnóstico durante toda su vida.

¿Qué esperanzas reales de alargar la vida humana podría haber tenido von Neumann en el presente? Pese a lo mucho que nos quiera venderla industria anti-envejecimiento, la realidad es que el número máximo de años que podemos vivir parece estar fuertemente limitado por el éxito evolutivo de genes que favorecen la reproducción a corta edad. Se puede pensar actualmente en terapias genéticas que mejoren algo esta situación, pero nadie puede realmente imaginar cómo prolongar ilimitadamente la vida a un cuerpo humano. Y en cualquier caso nadie puede evitar que existan ?accidentes irreparables?.

Recuerdo una de esas amenas charlas con los testigos de Jehová en la puerta de casa. Después de oír su versión del ?nuevo reino? donde los elegidos serían resucitados, pregunté intrigado qué pasaría con esos ?inmortales? si se caían de un sexto. No recuerdo la respuesta exacta, pero sí el extraño sentido de ridículo cósmico que experimenté al oírla.

En los últimos años ha aparecido una corriente de pensamiento conocida como
Transhumanismo cuyo punto de partida es el rechazo a la idea tradicional en política y futurología de constancia en el tiempo de la condición humana actual. Aunque algunas corrientes dentro del transhumanismo no descarten las posibilidades de alargar la vida mediante terapias genéticas avanzadas o auto-reparación de errores con máquinas nanométricas ? capaces de manipular un material átomo a átomos? y confían en que este tipo de técnicas esté disponible en un futuro tan próximo como para que la criogenización sea una opción factible, éstas serían claramente opciones que no evitarían la muerte por algún tipo de accidente, más sólo la retrasarían un pequeño suspiro en la inmensidad del tiempo.

Pedro J. Hernández

Texto completo: versión PDF

domingo, octubre 03, 2004

Clonación humana: oportunidades y riesgos


El 25 de noviembre de 2001, la compañía Advanced Cell Technology radicada en Worcester, Massachusset (U.S.A.), anunció a través de la revista (publicada en Internet) The Journal of Regenerative Medicine, la obtención del primer embrión humano obtenido por transferencia nuclear. En otras palabras, el primer embrión clónico humano. El anuncio desató inmediatamente una tormenta en los medios de comunicación, reflejo del interés y la polémica que despierta este asunto. Despliegue mediático que se sumó a la serie que se viene produciendo desde 1997, año en que se hizo público el nacimiento del primer mamífero superior clonado, la ya mundialmente famosa oveja Dolly. En esta ocasión, lo mismo que en ocasiones anteriores, nos hemos visto expuestos a numerosos debates en los que se pronuncian expertos, políticos, periodistas y representantes de la Iglesia Católica.

No sorprende el interés y la fascinación que suscita la clonación humana. Se trata de una cuestión que no deja indiferente a casi nadie al aludir a algunas de las nuestras más íntimas inquietudes y preocupaciones, y que abre expectativas inusitadas en aspectos tales como la identidad del ser humano, la procreación, el deseo de inmortalidad, la salud, la calidad de vida, la ética o las convicciones religiosas. Lo cierto es que más allá del sensacionalismo que pueda darse en algunos medios de comunicación, la posibilidad de clonar seres humanos ha pasado de ser ciencia-ficción a constituir un hecho técnicamente posible y, sin duda, inminente. La sociedad de nuestro tiempo se ve, una vez más, forzada a dar respuesta urgente a cuestiones que aluden al centro mismo de nuestra cultura, e impelida a autorregularse a un ritmo superior a su capacidad de asimilación. El debate, la reflexión y la toma de decisiones en un tema como este, en el que subyacen conceptos científicos, tecnológicos y biomédicos requiere en primer lugar, conocer aquello de lo que estamos hablando. Sólo a partir de la información y del conocimiento es posible la reflexión y la opinión informada que debe preceder a la toma de decisiones. En este sentido la comunidad científica y la universidad, por la responsabilidad divulgadora que les corresponde, tienen una misión que cumplir. Y es desde la asunción de esta responsabilidad divulgadora que se plantea esta exposición. Se trata de informar, en términos inteligibles para el profano, sobre los conceptos y la ciencia básica subyacente en el tema de la clonación humana y propiciar la reflexión sobre algunas de sus implicaciones éticas y sociales.



¿En qué consiste la clonación?

El término clon procede del griego "klon" que significa esqueje. De hecho, cuando a partir de un fragmento de planta, como por ejemplo un geranio, obtenemos una planta nueva estamos fabricando un clon. Clones son por tanto aquellos de organismos de idéntica constitución genética procedentes de un único individuo mediante multiplicación asexual, siendo a su vez iguales a él. La clonación es entonces el proceso de producción de clones, por el cual sin la unión de dos células sexuales se obtienen seres idénticos genéticamente.

En la naturaleza se producen de forma natural y esporádica clones de animales superiores. Es el caso de los gemelos monocigóticos que se producen sin intervención humana directa como consecuencia de una división espontánea del zigoto. Los gemelos monocigóticos tienen la misma dotación genética y son por tanto iguales entre sí (clones) aunque distintos a sus progenitores.

Dicho esto es importante hacer algunas precisiones necesarias para entender desde un principio las implicaciones y dimensión real de la clonación. El hecho de que dos clones sean genéticamente idénticos, no significa que sean idénticos en todas sus manifestaciones. El medio ambiente natural y cultural es determinante para generar diferencias entre ellos. A la pregunta de si un clon de Einstein tendría el mismo coeficiente intelectual, personalidad y carácter, que el Einstein original, la respuesta es no. La inteligencia, el carácter y la personalidad de un ser humano son consecuencia no sólo de sus genes sino también, y en una proporción nada desdeñable, del medio ambiente en el que este desarrolla. Aunque los genes sean los mismos se necesitan muchos años de influencias ambientales específicas para obtener la versión final de la persona. Si un clon de Einstein se desarrollara en el ambiente adecuado podríamos encontrarnos con un "Einstein 2" con un coeficiente de inteligencia superior, mejor memoria y un carácter distinto. O por el contrario, podríamos a partir de los mismos genes pero desarrollados en otras condiciones obtener un "Einstein 3" sin las geniales cualidades del original. No sabemos qué genes o factores ambientales determinan los comportamientos complejos de definen el carácter o la inteligencia, aunque hay acuerdo en que es una combinación de ambos. Para que los clones sean efectivamente idénticos desde todos los puntos de vista deberíamos ser capaces de reproducir exactamente no sólo el genoma, sino todos y cada uno de los factores ambientales en los que se desarrollarán, desde la composición de nutrientes y hormonas en el útero materno hasta el medio cultural, la sociedad, el lenguaje, la educación, etc. En definitiva su historia completa. Y puesto que social y culturalmente la flecha del tiempo se mueve en una única dirección (el tiempo es irreversible) y la historia no se puede repetir, dos clones nunca serán completamente idénticos.



Tipos y técnicas de clonación

Existen dos modalidades de clonación que se relacionan directamente con el debate que se ha suscitado: la clonación reproductiva y la terapéutica o celular. La clonación reproductiva está dirigida al nacimiento de individuos completos genéticamente idénticos. Implica la implantación del embrión clonado en el útero de una madre, el desarrollo del mismo y el nacimiento de un individuo. La clonación terapéutica no llega tan lejos. Está limitada a la fase celular y tiene como principal finalidad la obtención de las denominadas células madres. Las células madre son células capaces de reproducirse indefinidamente y que, estimuladas adecuadamente, pueden evolucionar y diferenciarse hacia cualquier tipo de tejido, ya sea piel, tejido nervioso o muscular. Estos tejidos se podrían utilizar para tratar a pacientes con una gran variedad de enfermedades sin problemas de rechazo. La clonación terapéutica es pues desde el primer momento instrumental, como un medio para generar células madre, mientras que la clonación reproductiva tiene como finalidad la reproducción humana por medios asexuales.

La técnica de clonación más relevante y prometedora es la de transferencia nuclear (TN). La TN consiste en la sustitución del núcleo celular de un óvulo por el núcleo de una célula con una dotación cromosómica completa. La célula donante del núcleo puede ser una célula ya diferenciada, "madura", de cualquier otro tejido (intestinal, de tejido mamario, piel) aunque también pueden utilizarse para este fin células procedentes de un embrión.

Fue con esta técnica con la que Iam Wilmut, del Instituto Roslin de Edimburgo, consiguió la clonación, en 1997, del primer mamífero superior: la oveja Dolly. Poco después un grupo de la Universidad de Hawai, codirigidos por Teruhiko Wakayama y Riuzo Yanagimachi, empleando el mismo procedimiento obtuvo clones de ratones y clones de los clones. Hasta ese momento el único antecedente de clonación conocido fue la clonación de ranas hasta la fase de renacuajos que publicó en 1975 el embriólogo John Gurdon, del Medical Research Council de Cambridge. Sin embargo, cuando este y otros investigadores intentaron lo mismo con mamíferos, no se obtuvieron resultados, lo que llevó pensar que, en este aspecto, los embriones de rana se distinguían de los de otras especies y que no era posible obtener clones de otros animales por este método. El nacimiento de Dolly vino a demostrar que esto no era cierto, abriendo un campo inmenso de nuevas posibilidades.

La clonación por TN es conceptualmente simple. Consiste en sustituir el núcleo de un óvulo, por el núcleo de una célula, provocar el desarrollo del embrión e implantarlo en un útero, de manera que después del proceso de gestación nazca un individuo que es genéticamente idéntico al individuo que donó el nucleo. En el caso de la oveja Dolly el procedimiento seguido fue el siguiente. En primer lugar se extrajeron células de glándula mamaria de un ejemplar de oveja Finn Dorset, raza de pelo completamente blanco. Estas células como cualquier otra del mismo individuo, contienen todos los genes del organismo, pero al estar especializadas en glándula mamaria sólo están activos aquellos que son necesarios para la función de la mama. Las células una vez extraídas fueron trasladadas a un medio de cultivo en donde se les permitió crecer y dividirse, de manera que se obtuvo una población en la que todas ellas eran copias de las células originales. A continuación una de estas células se trasladó a otro medio de cultivo, en el que la célula entró en una fase llamada "durmiente" o "quiesciente" en el que cesa la división celular. La generación de embriones viables requiere de un tiempo para que el genoma del núcleo se "reprograme", y pase de la función celular que originalmente tenía (glándula mamaria) a su nueva función de núcleo de embrión. La reprogramación es posible si se parte de células en fase durmiente que en fase de división. El siguiente paso consistió en extraer un óvulo sin fertilizar de otra oveja, en este caso de una Scotish Blackface, que se distingue de la Finn Dorset en que la cabeza es de color negro. A este óvulo se le extrajo el núcleo de manera que quedó el óvulo desprovisto de su genoma (los cromosomas del núcleo) pero con la maquinaria metabólica necesaria para producir un embrión intacta.

Es en este momento en el que se produce la transferencia nuclear, insertando el núcleo de la célula donadora al óvulo anucleado. Esto se hizo situando a la célula donadora junto al óvulo anucleado y sometiendo al conjunto a un débil pulso eléctrico. La descarga provocó que se fundieran las dos células en una sola, de la misma forma que dos pompas de jabón se funden en una. La transferencia nuclear se puede conseguir también por otros procedimientos, como por ejemplo empleando una fina aguja que sirve para inyectar el núcleo en el óvulo. Al primer pulso eléctrico, que provocó la fusión en una única célula del óvulo y de la célula mamaria, siguió una segunda descarga eléctrica. Esta sirvió para simular la fertilización natural y desencadenar los mecanismos que inician la reprogramación del núcleo, que entra entonces en una fase de división celular y formación del embrión. La reprogramación celular es un mecanismo complejo y prácticamente desconocido en sus fundamentos moleculares. Lo que sí se sabe es que la composición macromolecular del citoplasma del óvulo es crítica en el proceso de reprogramación. Hasta aquí los pasos seguidos son comunes a los dos tipos de clonación, la reproductiva y la terapéutica. Es a partir de este momento que una y otra toman caminos diferentes.

En la clonación reproductiva el siguiente paso es la implantación en el útero de una madre receptiva del embrión que ha comenzado a desarrollarse. En el caso de Dolly, el embrión se implantó en el útero de una Scotish Blackface y al cabo de 148 días de gestación esta parió un cordero (Dolly) de raza Finn Dorset (totalmente blanca) e idéntico a animal donador de núcleo.

En el caso de la clonación terapéutica, el paso siguiente consiste en dejar desarrollar al embrión durante cuatro o cinco días, de manera que el óvulo inicial se transforme en una bola de células 100-200 denominada blastocito, que contiene en su interior células madre utilizables. Este fue el procedimiento empleado por Advanced Cell Technology aunque no llegaron a separar y diferenciar las células madre del embrión humano clonado. Si al blastocito se le permitiera seguir desarrollándose y se implantara en un útero humano se podría obtener, tras el parto consiguiente, un clon humano. Esta técnica se halla por tanto en el umbral mismo de la clonación humana reproductiva.

El éxito de la clonación reproductiva depende de muchos factores muchos de los cuales no se controlan bien. Esta es la razón por la que el porcentaje de intentos fallidos en la generación de clones viables es muy alto. A las dificultades de la transferencia nuclear propiamente dicha hay que añadir los problemas asociados con la implantación del embrión al útero, que pueden también llegar malograse. De hecho Dolly es el único resultado satisfactorio de 277 intentos, lo que arroja un porcentaje de éxito (0.4%) muy por debajo del observado en el proceso natural. Muchos originaron fetos no viables. Otros que llegaron a nacer lo hicieron con graves problemas (e.g. malformaciones de riñón) y murieron a las pocas horas. Más recientemente se han clonado por la misma técnica de TN vacas, ratones, pollos, cerdos y monos, pero siempre con porcentajes de éxitos del 1-2% como máximo.



Clonación humana: estado de la cuestión

En el instante que se hizo público el nacimiento de Dolly se reanimó la carrera por obtener el primer clon humano. Sólo un año después Michael West, presidente de Advanced Cell Technology, anunció que su empresa obtuvo un embrión humano clonado por transferencia del núcleo de células de piel humana al óvulo de una vaca. En este caso el embrión se desarrolló durante doce días antes de detener el experimento.
En el año 2000 un consorcio científico privado liderado por los doctores Panaiotis Zavos (Centro Kentucky para la Medicina Reproductiva y la Fertilización in vitro) y Severino Antinori, experto en fertilidad humana, a los que posteriormente se unió la Dra. Cristine Boisselier, directora de la firma Clonaid, anunció planes para clonar seres humanos de parejas estériles sin posibilidad de procrear.
El último hito en esta secuencia de acontecimientos se ha producido este mismo año, cuando Advanced Cell Technology comunicó la obtención del primer embrión humano clonado con objeto de obtener del mismo células madres. Esta empresa, después de asesorarse sobre los aspectos éticos del procedimiento recolectó óvulos de mujeres anónimas sanas de edades comprendidas entre los 24 y 32 años que habían sido madres al menos una vez. Simultáneamente tomaron muestras de piel de otros donantes anónimos que posteriormente servirían para aportar los núcleos. Los donantes de núcleos fueron individuos de distintas edades, sanos unos y pero con diabetes o lesiones de médula espinal otros, ya que estos serían los primeros candidatos a beneficiarse de la clonación terapéutica. El único embrión conseguido exigió la formación de 71 zigotos.

Paralelamente al anuncio de estos resultados se ha reanimado un debate sobre los aspectos éticos de la clonación humana en sus dos variantes, la reproductiva y la terapéutica, y sus implicaciones económicas, sociales y políticas. En este debate se han esgrimido razones a favor y en contra de cada una de ellas y desde distintos puntos de vista.

La clonación terapéutica es la que cuenta con más partidarios, entre ellos lamayor parte de la comunidad científica. El argumento principal a su favor es que servirá para avanzar en el tratamiento de numerosas dolencias y enfermedades, así como en los procedimientos de fertilización in vitro. Los tejidos embrionarios clonados pueden ser usados para la sustitución de tejidos enfermos; para la producción de proteínas de uso terapéutico, el diagnóstico de enfermedades, el diseño de tratamientos de prevención de enfermedades genéticas, ensayos de medicinas y procedimientos médicos, etc. La clonación reproductiva tiene sin embargo muchos menos defensores. Entre estos se sitúan aquellos que esgrimen razones de índole personal: la clonación de adultos representa una salida para aquellos que por diversas razones deseen niños o adultos genéticamente idénticos a ellos mismos o a alguien a quien quieren o admiran. En este caso la clonación se justifica como una expresión de la libertad reproductiva individual que no debe estar limitada por la legislación.

Así como hay consenso generalizado en la comunidad científica y en la sociedad sobre la conveniencia y utilidad de la clonación terapéutica, casi la misma unanimidad se da sobre la inutilidad e inconveniencia de la clonación reproductiva. La primera razón de peso que la desaconseja desde muchos puntos de vista se refiere al carácter experimental de las técnicas empleadas y al elevado riesgo de fracasos y de seres humanos defectuosos. Además esta baja tasa de éxito precisaría emplear un elevado número de embriones, lo que agudizaría el problema del almacenamiento y uso de los embriones sobrantes. La clonación reproductiva pasaría a convertirse en un acto más de consumo: algo que se compra para adquirir un bien material; en este caso un ser humano idéntico a otro. En este escenario es posible imaginar un mercado de genoma, en el que se valore a los donantes dispuestos a permitir su clonación a cambio de dinero: estrellas de cine, atletas, premios Nobel, etc. Se produce también un conflicto de derechos individuales. Al derecho individual de reproducción esgrimido por los defensores de la clonación reproductiva se contraponen otros derechos de los que es titular el recién nacido. Así la clonación por transferencia génica a un óvulo previamente anucleado atenta contra el derecho del futuro hijo a tener un padre y una madre biológicos-genéticos. Por último no es descartable que los clones lleguen a ser considerados ciudadanos de segunda clase; en algunos casos engendrados con una única finalidad, la de servir de proveedor de órganos de repuesto.

Desde una perspectiva religiosa la posición común es de rechazo. Para la Iglesia Católica y también para la mayoría de las confesiones religiosas la vida humana es única y especial y sólo puede ser creada, determinada o controlada por sus deidades correspondientes. Esto les lleva a oponerse a la clonación humana en cualquiera de sus variantes, incluida la clonación terapéutica. Muchas religiones creen en la existencia e individualidad de un alma humana, por lo que de ser llevada a cabo la clonación reproductiva plantearía debates inusitados hasta ahora. Por ejemplo, ¿tendría alma un ser humano clonado?; o dicho de otra manera, ¿sería posible clonar a la persona pero no al alma? En este aspecto la posición más extrema y heterodoxa es la que presenta el culto religioso de los raelianos. Para este grupo la vida en la tierra fue creada en laboratorios por seres extraterrestres. Los grandes profetas y fundadores de credos religiosos como Buda, Mahoma o Jesús son clones de seres superiores traídos a la tierra. En su concepción la resurrección de Jesús es interpretada como una clonación. Para los seguidores de esta doctrina la clonación permitirá a la humanidad en un futuro próximo alcanzar la vida eterna por la vía de la clonación. El próximo paso, una vez conseguida la clonación reproductiva, sería clonar a una persona adulta de forma directa y sin tener que pasar por el proceso de crecimiento. Se transferiría la memoria y la personalidad del individuo al clon; de manera que, en esta suerte de reencarnación, despertaríamos después de la muerte en un nuevo cuerpo tal y como si nos acabáramos de despertar de un sueño.

En línea con los argumentos a favor y en contra arriba expuestos, la legislación de la mayor parte de los países de nuestro entorno cultural ha desarrollado legislaciones que prohiben la clonación reproductiva pero que dejan abierta vías para la clonación terapéutica. Así en España la clonación de seres humanos está expresamente prohibida desde 1995 en el Código Penal (Art. 16: ?se castigarán la creación de seres humanos por clonación u otros procedimientos dirigidos a la selección de la raza?). Anteriormente se consideraba motivo de infracción administrativa en la Ley sobre Técnicas de Reproducción Asistida de 1988. Una situación similar se da en Italia, Alemania, Francia, Bélgica o Japón. Por su parte el Consejo de Europa ha recomendado la prohibición en varias ocasiones. En Europa la excepción se ha dado hasta ahora en el Reino Unido. En este país la denominada Ley de Fecundación Humana y Embriología autoriza la clonación y el cultivo de células madre humanas con finalidades terapéuticas tales como obtención de cultivos celulares personalizados para transplantes. Sin embargo el 17 de noviembre de 2001 una sentencia del Alto Tribunal de Londres propiciada por grupos antiaborto, estableció que la clonación humana reproductiva no está incluida en dicha ley, lo que en la práctica supone que la clonación reproductiva no está sujeta a la legislación y en consecuencia no está penalizada. Inmediatamente después de conocerse la sentencia, Alan Milburn, Ministro de Salud, anunció la presentación de una nueva ley que establecerá que la clonación humana es un delito.

En los Estados Unidos de América el Presidente Bill Clinton impuso en su momento una moratoria sobre investigaciones encaminadas a la clonación humana y la Comisión Nacional Asesora de Bioética recomendó que se impusieran restricciones legales al respecto. Más recientemente el Presidente George W. Bush, a pesar de su rechazo inicial, ha permitido la investigación con fondos públicos en células madres clonadas extraídas de embriones de ciertas líneas ya existentes (clonación terapéutica), aunque el Congreso aún no ha prohibido con una legislación específica la experimentación en clonación con embriones humanos. Este vacío legal es el que ha permitido a la empresa Advanced Cell Technology llevar a cabo sus experimentos y lo que sin duda propiciará que otras empresas lo hagan. Existe no obstante una iniciativa legal, actualmente en el Senado, la ley Weldon-Stupal que se espera sea considerada a principios del próximo año en la que se penaliza con hasta 10 años de prisión y 1 millón de dólares a cualquiera que genere clones humanos.

Es indiscutible que la utilización de embriones clonados como fuente de células madre tiene una utilidad cierta en el desarrollo de terapias regenerativas que permitirán tratar una amplia gama de enfermedades humanas tales como la diabetes, el cáncer, el SIDA, el Parkinson o el Alzheimer. Igualmente es cierto que la clonación humana reproductiva es prácticamente posible. De hecho el más importante argumento en contra de la clonación reproductiva viene de las limitaciones de la técnica de cara a su viabilidad. Pero que estas limitaciones se superen es cuestión de tiempo y llegado ese momento nada podrá impedir que se practique. Presumiblemente se abrirá un nuevo mercado (legal o ilegal) en el que aquellos que puedan permitírselo podrán generar clones de sí mismos. Se abre por tanto un debate que afecta no sólo a la definición de lo que es un ser humano y a la imagen que este puede tener de sí mismo sino que también tiene dimensiones políticas y económicas.

Ante este panorama compuesto a partes iguales de riesgos y posibilidades, ¿debe la comunidad renunciar a los beneficios potenciales por el rechazo ético que generan las cuestiones asociadas con la clonación humana en cualquiera de sus modalidades?; ¿condenaremos al nuevo Frankenstein como hizo la sociedad de la novela de Mary Shelley?; ¿adoptaremos la solución de imponer a todos un juicio inspirado por principios espirituales o la de permitir a los ciudadanos juzgar por sí mismos sobre cuestiones que, como las que surgen con relación a la clonación humana, son definitorias y nos afectan íntimamente?

Este es el debate que se ha abierto, en el que todos tenemos derecho a intervenir. Pero la participación exige conocimiento, información. Es condición necesaria, pero no suficiente contar con información rigurosa y accesible sobre los principios en los que se sustentan esta nueva revolución tecnológica. Sólo así estaremos a salvo de las manipulaciones a las que, por motivos religiosos, ideológicos, económicos o por prejuicios basados en ignorancia, vamos a estar expuestos. En cualquier investigación científica y en sus posibles aplicaciones siempre hay riesgos, riesgos cada día más sutiles y difíciles de comprender. Nuestra sociedad y nuestra cultura basada en los principios de democracia y respeto a la libertad individual, han resuelto este antiguo dilema a través del debate democrático y del análisis ético. Y en ningún caso la solución ha sido quemar el laboratorio, matar a Frankenstein y condenar a su criatura. Por el contrario la respuesta ha sido conocer las consecuencias de lo que se investiga en él y aceptar y limitar sus riesgos. Lo que nos lleva a que la actividad científica debe estar regulada por la sociedad a través sus instituciones y de la representación política. Instituciones y representación en los que las únicas fuerzas y argumentos no deben ser las puras del mercado y del beneficio económico.

La universidad y las sociedades científicas tienen en este sentido un papel, una función que cumplir: promover la apertura de la sociedad hacia los cambios tecnológicos que ya estamos experimentando, informando de sus beneficios y peligros potenciales pero sobre todo estimulando el pensamiento crítico, científico y humanista. El miedo no debe limitar la libertad y el progreso. Víctor Frankenstein no debe morir, ni su laboratorio destruido por el miedo.

Dr. Néstor V. Torres Darias
Profesor Titular de Universidad de Bioquímica y Biología Molecular.
Universidad de La Laguna.


Fuente

sábado, septiembre 25, 2004

Extropía 1.0 ::: una novela cf colectiva


Extropía 1.0 es un weblog decicado exclusivamente a la escritura colectiva de una novela de ciencia-ficción extrahumana.

Uno de los objetivos de este experimento lúdico es expandir las fronteras expresivas que nos ofrece la tecnología de las bitácoras, explorando nuevas posibilidades creativas de la blogosfera.

Extropía 1.0 es un proyecto colaborativo abierto a cualquier persona interesada en participar. Puedes leer las aportaciones recibidas hasta el momento en Extropía 1.0, y a partir de ahí participar enviando tu texto y/o imagen a este email, con el subject: Extropía.

martes, septiembre 14, 2004

Velocidad de Escape ::: Futuro y Cibercultura


Mark Dery ::: Velocidad de escape
Madrid: Ediciones Siruela, S.A. 1998.





INTRODUCCIÓN

Advertencia: en caso de éxtasis místico este coche quedará sin control,
Pegatina en automóvil de integrista cristiano

La velocidad de escape es la velocidad en la que un cuerpo vence la atracción gravitatoria de otro cuerpo, como por ejemplo una nave espacial cuando abandona la Tierra. La cultura de los ordenadores, o cibercultura, parece estar cada vez más cerca de ese límite en el que logrará alcanzar esa velocidad de escape. Marshall McLuhan declaró en 1967 que los medios electrónicos nos han lanzado a un mundo difuso, entrecortado, de simultaneidad generalizada, donde la información se «vierte sobre nosotros instantánea y continuamente», abrumándonos a veces. Estas profecías parecen ahora más certeras que nunca.

La vertiginosa aceleración americana de la postguerra se debe casi únicamente al ordenador: ese motor de información que nos ha arrojado de la edad del capitalismo fabril a la era postindustrial de capitalismo de las multinacionales. En América, la producción está sufriendo ese cambio que Buckminster Fuller llamó «efimerización del trabajo»: la reducción de¡ trabajo hasta llegar a una manipulación computerizada que sustituya al proceso de producción. Las máquinas de la producción industrial han dado paso a una economía de la información que produce bienes intangibles: éxitos hollywoodienses, programas televisivos, parques temáticos de alta tecnología, modas de un minuto o transacciones financieras que parpadean a través de haces de fibra óptica hasta terminales de la otra punta del mundo. «Hoy en día sólo el 17% de los trabajadores americanos lleva a cabo trabajos manufacturados, frente al 22% de 1980», escribió Robert B. Reich en 1992. Según el New York Times, las películas americanas «producen el segundo superávit comercial más importante de la industria americana después de las ventas de aviones». Los bienes intangibles dominan también el mercado interno: un artículo reciente del Business Week señalaba que «el ocio y la diversión, no la sanidad o los coches, han dado el mayor empujón al consumo privado, desde 1991. Nos dirigimos, a una velocidad vertiginosa, desde la tranquilizadora edad del hardware hacia la desconcertante y espectral edad del software, en la que el mundo que nos rodea está cada vez más controlado por circuitos demasiado pequeños para ser vistos y códigos demasiado complejos para ser completamente entendidos.


La genealogía del ordenador puede remontarse hasta el ingenio analítico de Charles Babbage: un ordenador mecánico a vapor, programable, que fue diseñado en 1833 pero que nunca llegó a construirse. Sin embargo, fue Colossus el primer ordenador electrónico que funcionó y el antepasado directo de las máquinas de hoy día. Era una monstruosidad descomunal que funcionaba con dos mil tubos de vacío y que se programaba con cintas de papel perforado. En 1943 fue desarrollado por los británicos para descifrar los mensajes enemigos codificados con la máquina alemana Enigma, siendo su éxito vital para el bando aliado.

El ritmo galopante de la innovación durante la postguerra ha llegado a reducir esos mastodontes cuyos tubos de vacío ocupaban una habitación, como ENIAC (el primer ordenador electrónico completamente programable, puesto en marcha oficialmente en 1946), hasta conseguir una máquina transistorizada en los años cincuenta, una caja llena de circuitos integrados en los sesenta y una microcomputadora controlada por chips en los setenta, al tiempo que su potencia crecía exponencialmente. A finales de los setenta los ordenadores estaban presentes en la mayoría de las empresas, y un número cada vez mayor de consumidores compraba ordenadores domésticos como el Apple II, el TRS-80 o el Commodore PET. Aun así, tuvo que pasar un poco más de una década antes de que la revolución digital abandonara la esfera esotérica de los investigadores y los aficionados para convertirse en un fenómeno de masas con la aparición del ordenador personal de IBM, a finales de 1981, y el Apple Macintosh, a principios de 1984. Cuando en enero de 1983 las ventas de PCs se dispararon desde unas veinte mil, durante su primer año en el mercado, hasta las quinientas mil, la revista Time proclamó en portada como «máquina del año» al ordenador personal. Otto Friedrich escribió: «Ahora, gracias al transistor y al chip de silicio, el ordenador ha disminuido tanto en tamaño y precio que resulta accesible a millones de personas... la "revolución de la información", que los futuristas han pronosticado desde hace tanto tiempo, ha llegado ya».

Del mismo modo, el mundo de las telecomunicaciones, que ahora frecuentan unos siete millones y medio de familias, era desconocido para la gran mayoría a principios de los noventa. La conciencia de los medios de comunicación respecto a Internet alcanzó su masa crítica en 1993: «De repente, Internet es donde hay que estar», escribió en Time Philip Elmer-Dewitt. John Markoff del New York Times confirmó que la red global era «el lugar de encuentro más de moda del mundo», un moderno «punto de reunión para millones de usuarios de todo el mundo».
Internet nació a partir de ARPANet, una red informática descentralizada desarrollada en 1969 en la Universidad de California en Los Angeles por la ARPA (Advanced Research Projects Agency, Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación) del Departamento de Defensa. Esta red debía asegurar las comunicaciones militares en caso de un ataque nuclear empleando una técnica llamada "conmutación de paquetes". Esta consiste en descomponer los datos en diferentes mensajes indicando su destino, transmitirlos por líneas de alta velocidad y recomponerlos justo antes de que lleguen. De esta forma, ARPANet se hacía vulnerable a cualquier agresión: si una parte de la red quedaba inutilizada, automáticamente el tráfico seguía otra ruta. En 1983 ARPANet se dividió en una red militar y otra civil (Milner y Arpa Internet, respectivamente); poco después, la National Science Foundation (NSF, Fundación Nacional para la ciencia) adquirió la responsabilidad de la administración y el mantenimiento de las líneas y los equipos que constituían la columna vertebral de Arpa Internet. Si bien el Departamento de Defensa restringió el acceso al sistema a las instituciones subvencionadas por el Pentágono o la NSF, ésta permitió que la red fuese utilizada por todos los profesores y alumnos de las instituciones asociadas. Cuando las universidades, los centros de I +D (investigación y desarrollo ) y las oficinas del gobierno conectaron sus ordenadores al sistema de la NSF, Arpa Inter se convirtió en una anárquica red global de redes conocida progresivamente como Internet (de internetworking). Hacia 1990, ARPANet dejó de existir como entidad diferenciada, absorbida por el crecimiento desenfrenado de Internet. O de la Red, como los cibernautas han dado en llamarla.

La Red de hoy día es una metarred global que incluye unas diez mil redes, entre las que se cuentan servicios comerciales nacionales como CompuServe, Prodigy, Genie o America Online; instituciones privadas, académicas y gubernamentales entrelazadas por la NSFNet (la red de la NSF); y las BBS regionales esotéricas (tablones de anuncios) como WELL (Whole Earth ¨Letronic Link, o Enlace ¨Lectrónico Mundial) de Sausalito en California o ECHO en Nueva York. Más increíble es que Internet forme parte a su vez de un complejo aún más amplio de redes interconectadas que generalmente se denomina la Matriz, que además incluye entre otras UseNet (un burbujeante caldero de foros de discusión llamados "newsgroups"), FidoNet (una constelación de más de veinte mil BBSs repartidas por seis continentes)y BITNet (Because It´s Time Network, una red académica).
En el momento de escribir esto, unos treinta millones de usuarios de Internet en más de 137 países recorren la geografía electrónica de lo que el novelista de ciencia ficción William Gibson ha denominado "ciberespacio" (un espacio imaginario que existe únicamente dentro de los ordenadores), y su número se está incrementando en un millón al mes. Basándose en la velocidad a la que las redes informáticas construyen puntos de acceso a Internet, una predicción de 1993 situó su crecimiento en un asombroso 25% cada tres meses, una tasa delirante que no muestra síntomas de que vaya a disminuir.

Paralelamente a la efimerización del trabajo y a la inmaterialidad de los bienes, la cibercultura conlleva el desvanecimiento del cuerpo humano. Cada vez somos más las personas que pasamos un mayor espacio de tiempo en el ciberespacio. Como el sabio ciborg de la novela de ciencia ficción Cismatriz, de Bruce Sterling, estamos convencidos de que «hay un mundo tras esa pantalla»"'. Personas que pierden su cuerpo electrónicamente envían correo electrónico alrededor del mundo, se lanzan mensajes en un tiempo real a través del chat y se arremolinan alrededor de los tenias de discusión de las BBS y de los foros de UseNet. Se espían, se insultan y se declaran, hacen ROTFLOL (Rolling On The Floor Laughing Out Loud), intercambian GIF pornográficos (fotos digitalizadas) y quedan anónimamente para encuentros sexuales textuales, o ratonean alrededor de la última novedad en la Red, la Word Wide Web, un sistema hipertextual que permite a lectores de todo el mundo saltar de un servidor multimedia a otro, rebotando de vídeos digitales a cortes sonoros y pantallas de texto sin fin.

Cada vez más irresistiblemente están convencidos de que ahí hay un «ahí» después de todo. Como señalaba en mi introducción a Flame Wars, una recopilación de ensayos sobre la cibercultura,
Aquellos que pasan mucho tiempo conectados por módem a espacios virtuales hablan con frecuencia de una peculiar sensación de presencia. Pasearse de una conferencia (electrónica) a otra, escuchando otras discusiones al tiempo, se parece misteriosamente a vagar por alguna mansión laberíntica asomando la cabeza a una habitación y a otra. «Uno de los aspectos más impactantes de WEIL», indicó un usuario llamado loca, «es que realmente crea uno sensación de 'lugar". Estoy mirando una pantalla de ordenador, pero la sensación es que se está efectivamente 'dentro" de algo, en algún '"sitio".

El ordenador está revolucionando nuestras vidas intangibles a través de las conexiones electrónicas, pero también está cambiando irreversiblemente nuestras vidas materiales. Los microprocesadores integrados, ordenadores del tamaño de una mota montados sobre copos de silicio, han convertido a los motores de nuestros coches, hornos microondas, ascensores y cortadoras de césped en máquinas mucho más inteligentes que sus precursoras. Y como saben aquellos que están conectados, el increíble ordenador menguante acompaña ahora al usuario prácticamente a cualquier sitio, en forma de portátil, de agenda personal o de ordenador/comunicador de bolsillo, como el imitado Apple Newton. Nos dicen que cualquier día estos aparatos llegarán a tener vida: animados por "agentes inteligentes", esos programas software que ejercen las funciones de un asistente personal, preparan reuniones, responden al correo electrónico o recorren Internet a la búsqueda de información.
La revolución digital ha hecho que numerosas tecnologías sorprendentes sean posibles al menos en teoría. Festejadas en artículos de los suplementos dominicales o de Omni, algunas existen como software o hardware, otras no son más que "vaporware" (en la jerga de Silicon Valley, los productos que se anuncian mucho antes de ser puestos a la venta y que muy bien pudieran no llegar a salir nunca).

La realidad virtual, una tecnología de simulación que sumerge al usuario en mundos tridimensionales generados por ordenador gracias a gafas con monitores y sonido cuadrafónico, captó brevemente con su brillo futurista la atención de las urracas de la comunicación en 1991. La realidad virtual (RV) promete un mañana en el que los buscadores de emociones fuertes virtuales, como Arnold Schwarzenegger en Desafío total, recorrerán los mares rojos de Marte sin levantarse de sus sillones. Hoy en día la realidad virtual es un hito en la cultura popular, desde los videojuegos de RV como la gama Virtuality, de Horizon Entertainment, hasta las atracciones de parques temáticos como Aladdin en el Walt Disney World de Orlando, pasando por la serie de la Fox VR.5 o la película El cortador de césped. Un dentista de San Francisco proporciona a sus pacientes un aparato de RV que los sitúa a la deriva en un mundo de ensoñaciones generadas por ordenador mientras él trabaja, los estudiantes de medicina operan cuerpos informáticos mediante un sistema de formación de RV creado por Cine-Med, y los parapléjicos del Centro Médico para Veteranos del Bronx escapan por una hora o dos de su confinamiento en la silla de ruedas matando monstruos en las mazmorras sombrías de un juego de RV llamado Heretic.
Nos aguardan otras tecnologías más allá del horizonte de sucesos: K.Eric Drexler, el padre fundador de la nanotecnología, imagina la creación de máquinas subatómicas autorrelicantes llamadas nanomáquinas. En teoría, estos dispositivos microscópicos podrían tragarse las mareas negras o aspirar nubes tóxicas, curar a los enfermos de sida eliminando los segmentos de ADN enfermo de sus células, o reparar los estragos de la edad a nivel celular proporcionando una cuasi inmortalidad.

En un futuro aún más lejano, el teórico de la inteligencia artificial Hans Moravec nos asegura tranquilamente que estamos a punto de entrar en un universo "postbiológico" en el que formas de vida robóticas capaces de pensar y de reproducirse independientemente "se desarrollarán hasta convertirse en entidades tan complejas como nosotros". Pronto, insiste, descargaremos nuestros deseosos espíritus en la memoria digital o en cuerpos robóticos y nos libraremos de una vez de la débil carne.




La cibercultura está alcanzando claramente su velocidad de escape tanto en el sentido filosófico como en el tecnológico. Es una cámara de resonancia para fantasías trascendentalistas sobre la eliminación de todas las limitaciones metafísicas y físicas. Es irónico que sean la misma visión científica del mundo y la imparable aceleración tecnológica, que para algunos han producido el vacío espiritual y la fragmentación social que son campo abonado para las creencias milinaristas, las que estén creando también una escatología propia: la teología del asiento eyectable.
Las reflexiones de los científicos, de los escritores de ciencia ficción y de los futurólogos tienen cada vez más un tono de misticismo milenarista. Moravec predice la creación de una máquina inteligente al nivel humano para el 2010, un acontecimiento que provocará grandes avances en la evolución de los robots y que llevará finalmente a un universo vigilado por máquinas semejantes a dioses. En honor a los viejos tiempos puede que estos ciberdioses decidan digitalizar a la raza humana y la mantengan en un mundo generado por ordenador, el equivalente en realidad virtual a la ciudad en conserva de Supermán en su Fortaleza Polar. En la misma línea, el matemático y autor de ciencia ficción Vernor Vinge piensa que el desarrollo cibernética dará lugar a «una inteligencia mayor que la humana» entre el 2005 y el 2030, momento en el cual la vida artificial ultrainteligente asumirá el control de su propio destino y producirá una descendencia cada vez más inteligente a un ritmo cada vez más rápido. El resultado final para Vinge será la aparición de una posthumanidad superevolucionada y mejorada tecnológicamente.

El físico Frank J. Tipler va aún más lejos al unir la física y la metafísica. En La física de la inmortalidad: la cosmología moderna y su relación con Dios y la resurrección de los muertos, propone nada menos que «una teoría física que demuestra la existencia de un Dios omnipresente, omnisciente y omnipotente que, en un futuro lejano, resucitará a cada uno de nosotros para vivir en una morada que se corresponderá con el paraíso judeocristiano». Tipler postula la existencia de un Punto Omega (término tomado del teólogo francés Pierre Teithard de Chardin) de densidad y temperatura infinitas en el que el universo se colapsará como en un Big Bang invertido, lo que él llama el Big Crunch. Según sus teorías, la energía producida por esta implosión podría ser utilizada para cargar un simulador digital cósmico de potencia infinita (como la sala de los hologramas en Star Trek: la nueva generación). Desde luego eso bastaría para devolver a la vida (virtual) a cualquier criatura que haya vivido alguna vez.
Las cavilaciones tecnotrascendentalistas de las regiones más remotas de la física y la inteligencia artificial se superponen a las profecías milenaristas de los visionarios de la "New Age", tan dados a emplear un lenguaje de ciencia ficción apropiado a nuestros tiempos. El filósofo ciberdélico Terence McKenna, heredero visible de Timothy Leary, ha creado un programa de ordenador llamado Temporal Cero que escenifica su visión del fin del mundo (el 12 de diciembre del 2012, para ser exactos) con la llegada de un mysterium tremendum que él llama «el objeto trascendental del fin de los tiempos». Este objeto trascendental, un híbrido entre el enigmático monolito de la película 2001: una odisea del espacio y el Punto Omega (la epifanía evolutiva que marca la llegada de la "Ultra-Humanidad") de Teilhard de Chardin, es en palabras del propio McKenna «una singularidad cósmica», término de la teoría del caos que se refiere al punto de transición entre un estado y otro en un sistema dinámico. Sus especulaciones suponen que esta singularidad cósmica hará llegar un Jardín Cibernética de Placeres Terrenales donde todos los avances tecnológicos del mundo actual habrían sido reducidos hasta el punto en que se habrán integrado [en la naturaleza] y estarán repartidos como granos de arena por las playas de este planeta y todos viviremos desnudos en el paraíso, pero todo la interconexión cibernética y la capacidad de producción física y virtual de nuestro mundo seguirán estando ahí, a la distancia de un pensamiento".

Mientras el milenio se acerca, somos testigos de cómo convergen por un lado lo que Leo Marx llamó «la retórica de lo sublime tecnológico, (esos himnos al progreso «que emergen como la espuma de una marea de exuberante introspección barriendo todas las dudas, los problemas y las contradicciones») y, por otro, la escatología que ha estructurado el pensamiento de Occidente a lo largo de la historia bajo una forma u otra: la Segunda Venida judeocristiana, el mito capitalista del progreso sin fin o el predestinado triunfo del proletariado sobre la burguesía".
Estados Unidos, al que este libro circunscribe su estudio, es la fuente de toda esta tecnología. Desde sus orígenes ha sido el hogar de las utopías, la "ciudad sobre la colina" de John Winthrop. En Estados Unidos, la teleología cristiana, las visiones de un mercado libre de expansión sistente en la tecnología se han entrelazado hasta formar una teología secular. El artista de la edad del maquinismo Charles Sheeler, famoso por sus cuadros de la industria americana, meticulosamente realistas, observó una vez que, nuestras fábricas son nuestros sustitutos de la expresión religiosa".

En este fin del siglo XX, la retórica de la velocidad de escape nos seduce con su promesa de liberarnos de la historia y de la mortalidad humanas. ¿Quién no querría creer que McKenna está en lo cierto cuando nos asegura que tendremos butacas de primera fila el día del juicio final, dando a nuestras cortas vidas un significado cósmico? «Seremos la generación que presencie la revelación del sentido del universo», predice. En nuestra transmigración desde lo mundano hasta el «hiperespacio», Atendremos el privilegio de ver lo que será probablemente la mayor explosión de cambio acumulado desde el nacimiento del universo»".

Pero, tal y como nos recuerda Thomas Hine en Facing Tomorrow:: What the Future Has Been, What the Future Can Be, los futuros como el de McKenna no son más que cuentos sobre el presente que nos contamos a nosotros mismos : «un intento de dar a nuestras vidas un significado y una teatralidad que trasciendan la inevitable degradación y muerte de la persona. Queremos que nuestras historias nos lleven a alguna parte y lleguen a un final satisfactorio, pero no todas lo hacen » ". Poner nuestra fe en un deus ex machina de final de siglo que haga innecesario enfrentarse a los problemas sociales, políticos, económicos y ecológicos que claman por soluciones es una jugada final peligrosa. Cada vez estamos más ciegos a los acuciantes problemas de nuestro entorno a causa del resplandor metafísico que despiden los futuros de alta tecnología de los filósolos ciberdélicos, de los futurólogos corporativos, de los programas de divulgación científica como «Más allá del año 2000» del Discovery Channel o de anuncios como la campaña «Lo harás" (You Will) de AT&T.

En los anuncios televisivos de AT&T todo es luz y dulzura. «¿Alguna vez has abierto puertas con tu voz?», pregunta una voz cálida sobre una sintonía campestre que recuerda los amplios territorios abiertos de la frontera electrónica. «Las abrirás.» Una mujer joven sale de un ascensor llevando paquetes y la puerta de su apartamento se abre a sus órdenes. El descansillo del ascensor es llamativamente parecido al de Rick Deckard en Blade Runner, pero éste es un futuro más amable. El simpático tono ronco de Tom Selleck ha sustituido a la indiferente y monótona voz de Harrison Ford, y la penumbra wagneriana de Blade Runner ha sido aclarada e iluminada.

El futuro que presenta AT&T, la madre de todas las compañías de telecomunicaciones, es, en la mejor tradición de las utopías tecnológicas, un lugar luminoso no muy lejano. «Puedo ver el futuro y es un lugar a 70 millas al este de aquí, allí donde hay más luz", recita Laurie Anderson en su canción "Let X=X». La luz dorada que inunda los espaciosos interiores de los anuncios, una luz hecha visible mediante máquinas de humo, sentimentaliza los sueños corporativos de interconexión y nubla los ojos del espectador. Incluso le da un toque trascendente a la visión que tiene AT&T del futuro, apoyándose en la ecuación que asocia lo luminoso con lo metafísico. Una ecuación que es, por lo menos, tan antigua como la evocación que de la realidad virtual suprema, la otra vida, hizo el poeta del siglo XVII Henrv Vaughan (« ¡Todos han partido hacia el mundo de la luz! »), y tan reciente como los luminosos alienígenas de Encuentros en la Tercera Fase. Finalmente, también nos recuerda que la tecnología es cada vez más etérea, que se transforma en lo que la crítica de cultura Donna Haraway llama «máquinas hechas de luz solar.. nada más que señales, ondas electromagnéticas » ". En este mismo momento la información parpadea a través de cables de fibra óptica, codificada como impulsos luminosos, e investigadores de los laboratorios Bell asientan las bases para una tecnología que hará posibles ordenadores que funcionen con fotones, las partículas de masa nula que constituyen la luz.

Extrañamente, la transformación de las oscuras forjas satánicas del capitalismo en las postindustriales «máquinas hechas de luz solar» no ha aligerado nuestros trabajos. En un mundo en el que «todos estamos conectados», según la New York Telephone. La oficina se entromete en nuestras vacaciones y la jornada laboral se alarga hasta la noche: las pantallas, los teléfonos y los conectores para portátiles convierten cada asiento del nuevo Boeing 777 en una oficina aérea; los buscas y teléfonos portátiles que proporciona una estación de esquí de Vail, en Colorado, convierte el tiempo de bajada en el telesilla en horario de trabajo.
«Si no le cierras la puerta a tu trabajo», dice Peter G. Hanson, autor de Stress for Success, éste invade el resto de tu vida, haciendo difícil que dediques toda tu atención a cualquier cosa, especialmente al tiempo libre»". En los anuncios de « Lo harás », un joven ejecutivo se conecta a una videoconferencia desde lo que parece una cabaña al borde del mar: «¿Alguna vez has estado en una reunión descalzo? Lo harás. Y la empresa que lo hará posible será... AT&T».
AT&T ya ha hecho posible el videoteléfono y el comunicador personal inalámbrico (una combinación de ordenador, fax/módem y teléfono portátil). En cuanto al callejero electrónico, el peaje automático y la cerradura que reconoce la voz llegarán supuestamente en unos pocos años. Pero el País del Mañana de ocio eterno que se suponía que iba a llegar con estas maravillas ya ha pesado, suplantado Por un futuro corporativo en el que siempre estamos pendientes del busca y en perpetuo movimiento como para preguntar por una calle o para frenar y pagar el peaje. Una madre yuppie en viaje de negocios hace carantoñas a su bebé desde la pantalla de un videoteléfono: «¿Alguna vez has mimado a tu bebé desde una cabina telefónica? Lo harás». El «hambre de tiempo» que padece la insomne masa laboral contemporánea alcanza nuevas cotas de absurdo en un futuro en el que la esencia del acto maternal -mimar a un bebé- se hace por videoteléfono, con Mamá Bell como madre sustituta.

Algo tan insustancial como un anuncio de televisión debería crujir bajo un análisis riguroso, pero la acogida popular de la campaña de AT&T sugiere que otras personas han percibido significados similares. El imperioso «Lo harás» parece haber dado en la diana con su tono perentorio, excluyente de cualquier alternativa distinta del futuro corporativo de la marca AT&T. Adbusters es una revista canadiense de crítica a los medios que recientemente publicó una hábil parodia de esta campaña. Su sátira nos recuerda que las tecnologías de monitorización, como del sistema de localización global del callejero electrónico de AT&T, pueden permitir que los vendedores a domicilio y las oficinas del gobierno conozcan nuestro paradero exacto en cualquier punto del planeta. "Alguna vez te has sentido oprimido o manipulado por la tecnología", pregunta la parodia. "LO SERÁS, En un futuro próximo, no importa dónde estés, los vendedores, encuestadores e infoborts te tendrán al alcance de la mano".



En WELL los usuarios expresaron sus temores respecto al mundo conectado de AT&T. El escritor ciberpunk Bruce Sterling disparó la primera salva de una serie de certeros disparos:
¿ALGUNA VEZ... tus charlatanes compañeros de trabajo te han perseguido sin piedad hasta la "playa" insistiendo en que tomes decisiones para la empresa aunque estés hasta arriba de mojitos? ¡TE PERSEGUÍAN!
Ross Stapleton-Gray lanzó otra pulla,
¿ALGUNA VEZ tu... canguro ha redirigido el circuito cerrado de televisión de tu casa o la red local de su escuela y retransmitido tus "placeres vespertinos" O un error de un bit ha lanzado la barrera del peaje sobre el parabrisas de tu mazda Miata a 100 millas por hora?
¡TE SUCEDERÁ!

Y Mitch Ratcliffe añadió:
¿ALGUNA VEZ has intentado vivir en un mundo concebido por una gran multinacional? Si a eso lo llamas vivir, LO HARÁS.

En sus ácidas imitaciones de los anuncios de AT&T, Sterling y el resto de sus compañeros de WELL le devuelven al futuro borroso de AT&T la dimensión esencial que le faltaba. Detrás de sus banales chistes se esconden problemas vitales como la alarmante facilidad con que la intimidad puede ser violada en la era informática o las desastrosas consecuencias de los errores de programación y de introducción de datos en una cultura cada vez más digitalizada. Todos estos comentarios están atravesando por un fuerte resentimiento por la creencia tácita en un futuro que será (está siendo, incluso mientras lees esto) delimitado por compañías multinacionales en vez de ser concebido colectivamente por todos los que un día vivirán en él.
A medida que aumenta el abismo abierto entre el luminoso mundo de la realidad virtual y los hechos palpables de la desigualdad económica y la depredación del medio ambiente, muchos han empezado a poner en duda la creencia impuesta en el Poder tecnológico. Tal y como señala Gary Chapman, ex director ejecutivo de Profesionales del Ordenador para la Responsabilidad Social:
Los defensores de lo revolución digital explican muchas veces que ellos están en la cresta de la ola de la mayor transformación social contemporánea y que los demás los alcanzarán finalmente cuando los resultados del juego tecnológico se filtren hasta el gran público convertidos en bienes producidos en masa o en reorganización social y económica ... [pero] existe una discrepancia obvio entre las declaraciones universalistas de la gente que ha sido recompensada o inspirado por la revolución digital y el ajuste efectivo de la sociedad frente al impacto de esta tecnología.
Simultáneamente, la teología del asiento eyectable, que predica una fuga ciega hacia un Paraíso Perdido arcaico o un Paraíso Recuperado futurista, se hace más insostenible cada día que pasa. Las arcadias de los románticos del siglo XVIII o de la contracultura de los sesenta no son alternativas viables para la gran mayoría de la cibercultura, que no tiene ningún deseo de volver a una vida pretecnológica de trabajo agotador, escasez crónica y enfermedades descontroladas. Al mismo tiempo, los relucientes futuros que propugnan las fantasías tecnófilas -desde el aerodinámico Futurama de Norman Bel Geddes en la Feria Mundial de Nueva York en 1939 hasta la era espacial del País del Mañana de Disney pasando por la tecnoescatología de moda- parecen cada vez más antipropiedades privadas.

Al dar por hecho que la tecnología es uno de los elementos que configuran la trama de nuestras vidas, casi todas las subculturas de la era informática que se describen en Velocidad de escape rebajan al mismo nivel a los tecnófilos y los tecnófobos. La mayor parte considera el ordenador -que actualmente es ya una metonimia para cualquier tecnología- como una máquina de Jano, una máquina de liberación y un instrumento de represión. Todos participan en la actividad inherentemente política de expropiar la tecnología a los científicos y a los directores generales, a los políticos y a los creadores de opinión que tradicionalmente han determinado las aplicaciones, la disponibilidad y la evolución de unos aparatos que modelan nuestras vidas cada vez más.

Algunas subculturas, como los diseñadores de robots underground y los artistas del cibercuerpo descritos en los capítulos «La guerra de los hojalateros: espectáculo mecánico» y «Mecanismo ritual: el body-art cibernético», llevan estas ideas a la práctica y lanzan una mirada crítica sobre el conglomerado militar-industrial-ocio al reanimar tecnologías obsoletas o rechazadas en performances perversas y muchas veces subversivas. Otros, como los primitivos postmodernos analizados en el capítulo "La política ciborg del cuerpo, lucen tatuajes "biomecánicos" de máquinas o microcircuitos, reutilizan y dan nuevas funciones a los signos y símbolos, mitos y metáforas de la cibercultura.

A sabiendas o no, todos ellos constituyen una prueba viviente de la máxima ciberpunk de William Gibson: «La calle encuentra sus propios usos para las cosas", un leitmotiv que se repite a lo largo de todo este libro. Sea literal o metafóricamente, su apropiación de la tecnología y los significados complejos y contradictorios que la rodean trasladan el debate público desde los pasillos del poder hasta la calle (metafórico) de Gibson; desde tecnócratas, ejecutivos de la industria informática y miembros de los subcomités del Senado hasta voces heterogéncas en los límites de la cultura digital.

«Nos contamos historias para poder vivir», esta frase inicial del White Album de Joan Didion es una de las ideas clave de Velocidad de escape. Este libro trata menos de tecnología que de las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre tecnología y las ideologías que se ocultan en esas historias: la política del mito. Los ciberhippies, tecnopaganos y defensores de la "New Age" de las «tecnologías de la conciencias del capítulo «Enchufa, enciende y conecta: ciberdelia» le dan alma a la nueva máquina, llevando lo sagrado al ciberespacio. También se unen a la lucha cultural por la propiedad de los años sesenta: al reprogramar el trascendentalismo de la contracultura como cibercultura de los noventa, suprimen su aspecto lúdico y la consagran a ñas promesas de la tecnología. A este respecto los ciberrockers y escritores ciberpunk del capítulo «Metal Machine Music: el ciberpunk y los sinterrockers de cuero negro» pelean por la legitimidad de su reivindicación de los despojos de la rebelión adolescente. Al hacerlo, resaltan la naturaleza esencialmente ciberpunk de la música rock, una forma de rebeldía de baja tecnología posible gracias a la interfaz hombre-máquina. Los tecnólogos delincuentes y artistas cibercorporales antes mencionados organizan tecnoespectáculos en los que robots enloquecidos, y humanos amenazados por maquinaria pesada, dramatizan las ansiedades populares respecto a la obsolescencia humana y a la creciente autonomía de las máquinas inteligentes, especialmente en el caso de las armas. En el capítulo «Robocopulación: sexo por tecnología igual a futuro» veremos a cibernautas sin inhibiciones practicar sexo por medio de los textos escritos en pantalla )sexo textualista o tex-sex= y a hackers fantasear sobre robo-muñecas anatómicamente correctas, lo que nos permitirá entender la política entre sexos en la cultura del ordenador y la obsesión estadounidense por mecanizar el sexo y sexuar las máquinas. Finalmente, en el último capítulo, veremos algunos exponentes postmodernos de lo que David Cronenberg llama "la carne incotrolable": un "morfo" hecho a sí mismo cuyo cuerpo, fruto de la cirugía de vanguardia, es su forma de expresión: una transexual que se ve a sí misma como la «tecnomujer de los noventa», culturistas que se petrifican como iconos de la edad de las máquinas, ciruianos plásticos que sueñan con alas humanas; en fin, la evolución posthumana. Todos ellos y otros miembros de la cibercultura entretejen fábulas milenarias sobre el momento de transición y el incierto futura del cuerpo en este final de siglo.

Las subculturas que se exploran en Velocidad de escape actúan como prismas, retractando las cuestiones centrales que atraviesan la cibercultura, como la intersección literal y metafórico de la biología con la tecnología o la menguante relevancia de los sentidos corporales al ser reemplazados por la simulación digital. Cada una de ellas intenta encontrar un significado, o un sinsentido, a la dialéctica que enfrenta a los tecnófilos de la "New Age", ejemplificados por el director de Wired. Kevin Kelly que piensa que la tecnología es "absolutamente, al cien por cien, positiva", y a los tecnófobos del juicio final como John Zerdel, que es "un mal crónico de la sociedad".

Cada subcultura sigue una trayectoria entre el escapismo y la implicación, entre el tecnotrascendentalismo y las políticas realistas dentro de la cibercultura de cada día.
Lo más importante -es que la cultura digital alternativa desplaza nuestro debate sobre la tecnología desde el «allí y entonces» hasta el «aquí y ahora», enlazándolo con las relaciones de poder y corrientes sociales de nuestro momento histórico. Nos recuerda la advertencia de Donna Haraway acerca de que cualquier ideología «trascendentalista» que prometa una forma de escapar a la historia, una forma de... negar la mortalidad», contiene la semilla de un apocalipsis. Según ella, lo que necesitamos más que nunca es:
un sentido profundo e inevitable de la fragilidad de la vida que llevamos; de que realmente morimos, de que nos herimos mutuamente, de que la Tierra es realmente finita, de que no hay planetas conocidos allá fuera en los que podamos vivir, de que la velocidad de escape es una fantasía letal.

La retórica de la velocidad de escape es un híbrido entre la ciencia ficción ciberpunk y la creencia pentecostalista en un éxtasis apocalíptico que termina con la historia y en el que los creyentes se reúnen en los cielos. Las visiones de un ciberéxtasis son una seducción mortal que aleja nuestra atención de la destrucción de la naturaleza, de la descomposición del tejido social y del abismo cada vez mayor entre la elite tecnocrática y las masas con salario mínimo. El peso de los problemas sociales, políticos y ecológicos hará que el despegue posthumano que deje atrás la biología, la gravedad y el siglo XX acabe estrellándose de nuevo contra la Tierra.

Mientras nos precipitamos hacia el tercer milenio, divididos entre el éxtasis tecnológico y la disgregación social, entre el País del Mañana de Disneylandia y Blade Runner, haríamos bien en recordar que, al menos en un futuro próximo, estamos aquí para quedarnos en nuestros cuerpo a. La esperanza errada de que renaceremos, como se leyó en Mondo 2000, convertidos en "ángeles biónicos" es una interpretación del mito de Ícaro terriblemente equivocada, porque cifra nuestro futuro en unas alas hechas de cera y plumas.

Fuente

Webpage de Mark Dery